medio ambiente

Taiwán ordena la «lactancia ecológica»

El territorio que mejor representa los milagros tecnológicos de la nueva era y sus potencialidades está concienciado como pocos con la necesidad de cuidar el medio. Hasta las gestantes están en el tajo. La isla se juega la supervivencia

Taiwán ordena la «lactancia ecológica» fotos: e. M.

érika montañés

Pocos países como el «mini» Estado de Taiwán , la bella Isla de Formosa con un tamaño casi como el de los Países Bajos, albergan tanto riesgo intrínseco de padecer alguna inclemencia del tiempo. La naturaleza golpea a esta zona del Pacífico con la cuarta ... mayor virulencia del planeta, solo por detrás de Estados Unidos, Japón y la China continental. Cada año sacuden la isla esmeralda 3,6 tifones de promedio; y más de siete de cada diez residentes (73,1% de los más de 23,2 millones de habitantes) conviven con el peligro máximo de quedarse sin cobijo por alguna vicisitud de la meteorología. Esta cifra es del 15,3% en Japón o el 36,4% en la vecina Filipinas.

La gente de las montañas de Taiwán -que se alzan como un muro de contención de 100 kilómetros frente al inmenso Océano en el costado oriental- se levanta sin saber si al final del día seguirá teniendo una casa: «Están sobreexpuestos y conocen perfectamente esta situación. La asumen y continúan su día a día, aunque no se resignan a protegerse del mar y sus embestidas», expone con una tranquilidad pasmosa el eminente catedrático Shaw-Chen Liu, que sitúa a los taiwaneses en un mapa caliente del globo como la población que concentra más desastres naturales.

El 70% de los taiwaneses sufrirá una catástrofe natural en su vida

Y, como si de una paradoja se tratase, los que más tienen que reprochar a la madre naturaleza por tomársela con ellos con demasiada frecuencia son los que más empeño están imprimiendo en los últimos años por demostrar al mundo que –al menos en lo que a medios humanos concierne– pueden dominar algunos de esos perniciosos efectos. Es más: quieren compartirlos para que sirvan de experiencia al prójimo. Hasta el punto de dar la orden nacional de que todas las mamás den el pecho, porque «lactar -defienden- es ecológico».

Es una orden de las 417 leyes que se han promulgado en 30 años. Éste es nada menos que el balance legislativo en aras de lograr un medio sostenible con el que los habitantes de Taiwán tratan de equilibrar fuerzas con la naturaleza. Más si cabe desde la llegada al poder del nacionalista Ma Ying-jeou, en 2008, cuya Administración no se ha andado con chiquitas y ha fijado en el «top one» de su agenda una prioridad, la que ha dado en llamar «Environment-Friendly Culture».

La experiencia de quien lo padece

Esa cultura de amistad con el entorno conlleva un sinfín de números, los que la Administración Ma se afana en dar a conocer en una visita de periodistas a la isla para conseguir escalar del puesto de «observador» internacional que le concedió la ONU en 2009 para asuntos como el Cambio Climático al de «miembro» de pleno derecho. Porque, según enfatizaron el viceministro de Asuntos Exteriores y el ministro de Medio Ambiente de Taiwán, su mejor aval es que cuentan con la experiencia «como sufridores» de los golpes que da el medio. Así que también son los más interesados en que no se incremente el nivel del deshielo porque recibirían, en consecuencia, las iras del Océano crecido; son los más deseosos de que no rujan los tifones (como el devastador Morakot en agosto de 2009 que sepultó en la isla a 700 cadáveres y apagó durante un mes el sistema eléctrico de parte de la isla) si se logra atemperar el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero… En suma, que Taiwán puede servir en bandeja al resto de naciones sus fórmulas de protección ante los rigores del tiempo en aras de que ellas también se guarezcan.

Taiwán quiere servir al resto de naciones su modo de protección ante el clima

Se trata de la misma propuesta política que el presidente Ma publicó en cuatro rotativos estadounidenses a su llegada al poder, pero extrapolada al medio ambiente: «La soberanía es indivisible –escribió el dirigente del Partido Nacionalista–; aunque los recursos pueden compartirse». Sería muy útil, dice el experto Ben Jou, profesor del Centro Nacional de Ciencias Atmosféricas (APEC), que los países visualizasen la monitorización que lleva a cabo Taiwán de fenómenos como las tormentas tropicales y tifones. «Desarrollamos un modelo científico para predecir tifones que se puede facilitar al resto de Estados y tenemos una especie de Big Brother de seguimiento real de los datos de lluvia y temperatura registrados en cada lugar para vigilar los desastres naturales. Unimos los resultados de 32 modelos predictivos para controlar posibles ataques de tifones», añade el director de este Centro de Investigación de Tifones.

«Nadie está ajeno»

La cuestión –resalta Shaw-Chen Liu, profesor de la Academia Sinica, un organismo que tiene al Nobel de Química Yvan Tseh Lee al frente– no puede resultar lejana para nadie, ya que solo en 2003 las olas de calor causaron más de 3.000 muertos en Europa; en 2010 las inundaciones arrancaron la vida a más de 2.000 indios y la sequía provocó cientos de muertes en el sur de la China continental... «Nadie es ajeno a los efectos del mal tiempo. No nos damos cuenta de que la temperatura del planeta ha aumentado en poco tiempo 0,6 grados centígrados; y dada su situación geográfica, en Taiwán por cada grado que se eleva la temperatura crece un 200% el nivel de precipitaciones, y por ende crece el riesgo de inundaciones», añade. «Es un margen alarmante para el área propiamente ciclónica», advierte seguidamente el catedrático taiwanés, quien demanda que en los próximos diez años los países adopten medidas que vayan mucho más allá del «contenido de Kioto». Y explica la naturaleza de sus peticiones: «El tiempo de vida del CO2 es de unos cien años; así que una reducción significativa de CO2 en la Tierra no ocurrirá en los próximos 50 años, no antes de 2060. Hay que trabajar muy duro, preparando planes nacionales para frenar la sequía con recursos adecuados e imperativos para el aprovechamiento del agua, también cambiando los planes de uso de la tierra, etcétera».

Mitigar el cambio climático, obra de todos

Una reducción significativa de CO2 en la Tierra «no sucederá antes de 2060»

¿Cuáles de esas ideas innovadoras podrían, en caso de ser copiadas por otros países, contribuir a la mitigación del cambio climático? Para empezar, uno de los países que podría hacer más es, sin duda, la vecina República continental de China que, separada apenas por 100 kilómetros del Estrecho de Taiwán, dista una eternidad en lo que a sensibilidad medioambiental se refiere. No en vano, la potencia comunista es la segunda más contaminante del planeta y declinó adherirse a los compromisos del Protocolo de Kioto. Su ritmo de producción industrial le lleva a ser también el mayor enemigo del medio ambiente y de la costosa factura energética, repelen los profesores del Centro de Investigación sobre Cambios Medioambientales en Taipéi.

En la orilla opuesta, sorprenden afirmaciones como la de Shu-Ti Chiou, directora general de la Oficina de Promoción de la Salud del Ministerio competente, quien defiende que para conseguir dejar a las futuras generaciones un Estado sostenible comenzaron por implantar la asignatura de Educación para el Medio Ambiente (que ahora es necesario expandir, señala esta alto cargo del Ministerio de Sanidad), lo que implica que unos 100.000 estudiantes taiwaneses están recibiendo adiestramiento sobre cómo contaminar menos y reciclar más en 30 escuelas de la isla.

El aleccionamiento es tal, subraya por otra parte Ben Jou, que los alumnos en Taiwán saben cómo protegerse de los tifones y los huracanes en 15 segundos y saben cómo evacuar un lugar en pocos minutos frente a otros países, donde se hace en horas. Muy interesante es su reflexión acerca de que Taiwán, como puntero en tecnología que es, «tiene los dispositivos aptos para luchar contra los tifones, por eso han de concentrar todos sus esfuerzos en impartir la enseñanza adecuada y compatible con esa tecnología. El cambio empieza en los colegios», añade este experto. Ni qué decir tiene que aprobar la materia conlleva no sólo mejorar su expediente académico, en multitud de casos.

Plan para amortiguar la factura energética

Los alumnos en Taiwán saben cómo protegerse de un tifón en 15 segundos

En el apartado energético, las autoridades han decidido potenciar la energía proporcionada por las tres centrales nucleares taiwanesas (hay un cuarto reactor en construcción) debido a que es una fuente más limpia, si bien reconocen que tras el desastre nuclear en la central nipona de Fukushima derivado del tsunami de marzo de 2011, se han tenido que reforzar los protocolos de seguridad en las plantas ante el posible advenimiento de una catástrofe natural.

No obstante, su principal leitmotiv energético estriba en generalizar el uso de luces LED (es el segundo fabricante mundial), puesto que el consumo de electricidad se amortigua en un 85%, o lo que es lo mismo, se ahorra hasta 34 billones de kwh (la misma cantidad que generan los tres reactores). En Taiwán se han reemplazado ya las luces de todas las carreteras y vías de la isla –es una orden nacional–; y no se han dejado de «plantar» huertos solares en todos los tejados de hospitales y edificios públicos y privados de la República Popular. Hay 20.000 techos solares repartidos por el país. En una zona de clima subtropical en la que se abusa sobremanera del aire acondicionado (de hecho, representa el 48% del consumo total de electricidad) cortar de raíz el derroche energético no es un desafío baladí.

«Las madres son una mina»

El trabajo es aún más arduo: para fomentar la «Friend Environmental Culture» han tirado hasta de las gestantes. La directora Shu-Ti Chiou sintetiza esta pata del programa nacional pro-medioambiente alegando que «la lactancia contamina menos» y en ese propósito de rebajar al mínimo las emisiones de CO2 «las madres son, metafóricamente, una mina». De sobras conocidas son las virtudes que entraña amamantar a los bebés para revestirlos de defensas contra enfermedades e, incluso, se habla de que dar el pecho contribuye a reducir los costos de atención médica también en las madres que están más sanas, pero esta menor asistencia sanitaria deriva también en una menor contaminación. «Lactar es ecológico: se ahorra energía, se minimizan los desperdicios, hay menos desechos plásticos y consumo de caucho de biberones, se reduce la necesidad de cría de ganado y el uso de latas y botellas, se rebaja el transporte de leche y se palía el consumo de agua porque no hace falta lavar los utensilios», compila la doctora.

Cabe resaltar, por otra parte, que Taiwán cuenta con el mayor número de hospitales públicos en la red del Sistema de la Organización Mundial de la Salud, con 91 de los 900 (España suma 17), que desarrollan prácticas más saludables y consecuentes con el entorno. De los hospitales de la isla, 128 se han unido al ambicioso compromiso de atajar en un 13% sus emisiones anuales de dióxido de carbono, 164 toneladas al año, para 2020. La cantidad equivale a la capacidad de absorción de CO2 que tienen los 34 parques centrales de Nueva York.

El BBMW «made in Taiwán»

El eco-transporte también está a la orden del día dentro de los proyectos para transformar Taiwán en una isla verde. El BBMW aquí no es un coche de alta gama, sino las siglas del «bus», «bike o bicicleta», «metro» y «walk o paseo» que se han impuesto como medios de transporte en todo el territorio. 14 millones de motocicletas para una población de 23 millones tienen la culpa y hacen de éste un reto dificultoso. Hasta la dieta vegetariana y los ingredientes producidos artesanal y localmente se han propalado por la isla con la tesis de que la contaminación de carbón bajará con estos métodos. Un país de delgados también necesita menos asistencia sanitaria derivada de patologías ligadas a la obesidad. A la postre, la factura energética será inferior en un país donde el 92% de la población entra en contacto con el sistema sanitario cada año por la razón que sea.

Lecciones y reclamo de voz internacional

Taiwán, primer productor en ordenadores portátiles del mundo, quinto en yates, la decimosexta mayor nación comercial y la 25 economía clasificada del mundo, el mismo que ha visto cómo en cinco décadas su sociedad eminentemente agraria pasaba a ser una potencia de alta tecnología y se encaramaba como uno de los cuatro tigres asiáticos, está al mismo tiempo concienciado con la limpieza del aire, el reciclaje y la necesidad de atajar la contaminación. Son conscientes de que el «made in Taiwán» tecnológico tiene un alto precio que ellos mismos contribuyen a rebajar. Por eso, este diminuto y potente país no entiende cómo no goza todavía del reconocimiento legal y global de Naciones Unidas para aportar al mundo sus contrastados «buenos modos» con el medio.

El asunto del cambio climático no afecta a un país aislado, así que Taiwán puede aportar su dote y no quiere ser excluido. Quiere tomar la palabra con riguroso estatus propio. Contra ello, siempre se choca con el mismo bloqueo, el chino.

Taiwán ordena la «lactancia ecológica»

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