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La capilla de los Papas y los prodigios

La Sixtina se cierra al público. Sus obras de arte serán testigos de la elección del Pontífice

La capilla de los Papas y los prodigios abc / vídeo: rome reports

MIGUEL ÁNGEL BARROSO

Miguel Ángel Buonarroti escupe pintura desde lo alto del andamio y mancha, accidentalmente, la sotana del Papa Julio II, que supervisa su trabajo incluso cuando celebra misa. El Pontífice le hace una pregunta recurrente: «¿Cuándo acabarás?». Y el artista le contesta: «Cuando termine». Charlton Heston y Rex Harrison protagonizan esta famosa escena de «El tormento y el éxtasis», película de 1965 dirigida por Carol Reed que relata la relación de amor-odio entre el genio del Renacimiento y el Papa guerrero a cuenta de la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina.

El arte como agonía para mayor gloria de Dios y deleite de los hombres; pero estos, convertidos en hordas de turistas en las últimas décadas, tendrán que esperar a que haya nuevo Papa para poder disfrutar de los frescos de Miguel Ángel y otras joyas de los maestros renacentistas. La Capilla Sixtina cerró ayer sus puertas al público a las 13.00 horas para iniciar los preparativos del Cónclave que elegirá al sucesor de Benedicto XVI. Tampoco será posible visitar los apartamentos de los Borgia y la colección de arte religioso moderno.

Humo blanco o negro

Personal especializado -carpinteros, electricistas, etcétera- del Vaticano comenzó los trabajos de acondicionamiento de la capilla para que todo esté a punto. Según el portavoz vaticano, Federico Lombardi, por primera vez en un Cónclave se usarán dos estufas , una para quemar las papeletas de las votaciones y otra solo para las fumatas: la blanca, que indica al mundo que Habemus Papam, o la negra, que informa de que el Trono de Pedro continúa vacante. Así no habrá equívocos como los sucedidos en las elecciones de Juan Pablo II y Benedicto XVI, cuando el humo salió gris y tardó en hacerse totalmente blanco. Hasta ahora, la fumata negra era el resultado de la quema de las papeletas con los votos de los cardenales con paja húmeda. Para lograr la blanca, la paja debía estar seca. Por ahora se desconoce el método que se usará para que la fumata sea de un color u otro sin posibilidad de confusión.

La Capilla Sixtina debe su nombre a Sixto IV, Pontífice desde 1471 hasta 1484, que ordenó restaurar la antigua Capilla Magna . La decoración fue realizada por un elenco de pintores entre los que se encontraban Pietro Perugino, Sandro Botticelli, Domenico Ghirlandaio y Cosimo Rosselli, ayudados por sus respectivos talleres y colaboradores. En las paredes se pintaron falsas cortinas, las historias de Moisés y de Cristo y los retratos de los Papas. Pero los frescos de la bóveda y los lunetos que le han dado al oratorio fama mundial fueron encargados a Miguel Ángel por Julio II en 1508. Originalmente el techo estaba pintado como un cielo azul con estrellas doradas. Los trabajos culminaron en 1512; el día de Todos los Santos, el Papa inauguró la nueva Sixtina con una misa solemne.

En los nueve recuadros centrales se representan las historias del Génesis, desde la Creación hasta la Caída del Hombre, el Diluvio y el nuevo renacer de la humanidad con la familia de Noé. Pablo III recurrió también a Miguel Ángel para que pintara en la pared del altar el Juicio Universal, fresco en el que quiso representar el retorno glorioso de Cristo a la luz de los textos del Nuevo Testamento. El artista inició la obra en 1536 y la concluyó en 1541.

«La Capilla Sixtina es el lugar que para todo Papa encierra el recuerdo de un día especial de su vida», señaló Juan Pablo II en su homilía de la misa celebrada el 8 de abril de 1994, cuando concluyó la restauración del célebre mural realizado al fresco por Miguel Ángel. «Justamente en este sitio, en este espacio sagrado, se recogen los cardenales en espera de la manifestación de la voluntad de Cristo con respecto al Sucesor de San Pedro». La capilla de los prodigios, divinos y humanos, lugar de elección de los Papas desde hace más de 500 años , tendrá en breve el foco puesto sobre ella. En espera de una fumata blanca.

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