Cabalgatas
Los Reyes de Alcalá llenan de magia toda la jornada
Jornada multitudinaria en las calles de Alcalá para seguir el recorrido de su cabalgata
A. Mallado
Desde que se revisten con los ropajes regios por la mañana se opera una transformación que convierte a tres personas en personajes reales y a la vez mágicos. Su recorrido de esta jornada por Alcalá confirma su doble dimensión. Todo el día ha estado lleno ... por su presencia. El día 5, los reyes magos, transforman Alcalá en la monarquía de la ilusión.
Primero tienen lugar las visitas. La primera al Santuario de la Virgen del Águila, la Patrona de la localidad, para cumplir con el rito de la adoración al Niño Jesús . Un acto cargado de simbolismo, con el que la Cabalgata quiere recordar la dimensión cristiana de la fiesta, que en muchas ocasiones queda desfigurada por el esplendor de la celebración. De ahí, al Ayuntamiento. Aquí símbolo, este de contenido civil, pero también hermoso. Los reyes reciben de manos del Alcalde las llaves de la ciudad, «con las que podrán abrir todas las puertas». Ellos mandan este día y convierten a Alcalá en una peculiar monarquía por partida triple.
Y luego la residencia de la Milagrosa. Antes que los niños, los abuelos . Antes que los regalos para los pequeños, los que alegran las caras de los mayores. La diferencia entre unos y otros se mide sólo en cuestión de arrugas. En materia de ilusión apenas hay matices. La prueba es el brío del aplauso de los abuelos a la llegada de los reyes y el ímpetu con el que cantan el «ya vienen los reyes magos». Las visitas siguen al convento de clausura de las Clarisas y a otras residencias. En todas las mismas escenas de ilusión y el mismo afecto de los mayores al tomar las manos de los reyes.
Y tras las visitas, a las carrozas . En la nave de la barriada de Nueva Alcalá en la que los reyes alcalareños tienen su «palacio» toma forma desde el mediodía una peculiar intendencia, bolsas de caramelos y chucherías, animados soldaditos de plomo, grupos de pajes, personajes de cuentos, diminutos bomberos, pequeños faraones o el visir de una corte real. Todos preparados cuando llegan los reyes y la Estrella. Entre los vítores de los beduinos suben a las carrozas y con todo listo y la música ya sonando en la calle, sale la Cabalgata a las cinco de la tarde. El primer puñado de caramelos de los reyes se marcha al cielo para los que desde allí atisban con excelente perspectiva una algarabía en movimiento que traza una senda de alegría e ilusión por las calles de Alcalá. Cinco bandas de música, 17 carrozas y oleadas de beduinos, animan las calles hasta las nueve de la noche. En medio cuatro horas de risas, caras de asombro, caramelos, mucha música de cornetas, balcones adornados con colgaduras alusivas a los reyes, que crecen en número cada año y público, mucho público.
Y aún así, con ser esta misión importante, no todo está acabado. Queda lo principal. El motivo que alumbró la Cabalgata y que se mantiene intacto 56 años después . Para los niños más desfavorecidos, el honor más grande: recibir sus juguetes directamente de las manos reales. En una emotiva ceremonia que tiene lugar en el colegio Salesiano, entregan sus juguetes 250 pequeños . Se cierra así una jornada plena de emoción y de sentido.
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