Iba para cocinero pero se hizo con solo 20 años un virtuoso de la guitarra flamenca

Dice que su afición al flamenco le viene desde «chico». He escuchado flamenco toda la vida, reconoce, «un poco por mi padre y sobre todo por mi hermano Javier, que es un grandísimo aficionado, pasa todo el día escuchando flamenco y no se pierde un festival mientras pueda».

Aunque le gusta el fúbol, le inquietaba más la guitarra que otra cosa, así que con catorce años decidió apuntarse a los cursos que organizaba la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, en los que permaneció un año. «Allí aprendí a poner las manos y salí tocando algo por soleá, por tientos y tocando algunos palos pero de un modo bastante básico», explica.

Esta primera experiencia de aprendizaje le hace despertar el hambre de guitarra y se marcha a Alcalá de Guadaira para recibir clases exclusivas con el Niño Elías. Jesús pasará cuatro años bajo la tutela de Elías, del que cogió «su toque y su forma, cualquiera que lo haya escuchado sabe que suena muy antiguo, y es lo que más me gusta, el sonido y el toque clásico».

Pese a la incuestionable evolución de su toque, Jesús no dejaba de ser un adolescente estancado en segundo de bachillerato, sin un futuro claro y con el único apego de la guitarra. Tocaba decidir y un poco por indecisión y otra parte por aparentar ante sus padres, rellenó la solicitud para un grado medio de cocina «y cada noche rezaba porque no me aceptaran», confiesa.

Entonces intervendrá una vez más su hermano Javier. «Mi hermano habló conmigo y con mis padres sobre la Fundación Heeren y como era verano decidimos que me apuntara al cursillo intensivo para que probara». Así ingresa para un mes en la Fundación Cristina Heeren del Arte Flamenco y aparecen dos figuras fundamentales en su aprendizaje, Eduardo Rebollar y Pedro Sánchez, hijo del tristemente desaparecido Naranjito de Triana. «Cuando llegué a la Fundación supe que me quería dedicar profesionalmente a la guitarra, dice, pero no le dije nada a mis padres por miedo. Los padres quieren buenos trabajos para sus hijos y aunque sea joven tengo bastante claro lo difícil que es ganarse la vida con una guitarra».

Una vez más la suerte o el destino corren de su parte y lo rechazan en el módulo que había solicitado. Esto le dio fuerzas para plantarse de flamencas maneras ante Juan María y Beatriz, sus dos padres, para decirles que él lo que quería era tocar la guitarra por derecho. Y así fue. En septiembre ingresó en el nivel avanzado de guitarra de la fundación y en noviembre ya estaba acompañando a Pilar Ríos. Desde entonces no ha parado de acompañar a cante y baile.

Devoto de la sensibilidad artística de otro de sus maestros, Rafael Riqueni, Jesús Rodríguez, confiesa además que dos de sus momentos más emotivos de su corta y prometedora carrera han sido «el pregón junto a mi maestro Eduardo en su barrio, que fue increíble, y también me emocioné mucho acompañando a Manuel Romero y Juan Pinilla en Pedreras». Por delante un verano de actuaciones acompañando a cante y baile, en festivales y concursos, lo que no le preocupa para nada, muy al contrario, expli