...Y vestirás luto por mí (La Macarena en la muerte de Joselito)
Quizá en alguna ocasión en los últimos ochenta y cuatro años se ha pensado en volver a vestir a la Esperanza Macarena de luto por algún hecho luctuoso, y tal vez, últimamente, después del espantoso atentado del integrismo islámico el 11-M en Madrid que ... se cobró la vida de 190 personas y nos ha cercenado la tranquila cotidianeidad a millones, algún cofrade con memoria histórica ha lanzado al vuelo esa posibilidad, un rumor que ha recorrido la oculta, y al parecer imprescindible, espina dorsal del ambiente de las hermandades y sus indescifrables aledaños.
Pero ahí quedó en el marasmo del murmullo, porque, en cualquier caso, el baremo que marcaría y tal vez justificaría esta simbólica manifestación estética está precisamente condicionado por más de ocho décadas.
Fue en 1920 cuando la Macarena vistió de luto por la muerte de Joselito el Gallo. Época de oro del toreo en la que José Gómez Ortega y su perpetuo rival Juan Belmonte eran figuras que trascendían el ámbito puramente taurino.
A Joselito le arrancó la vida un toro de la viuda de Ortega, quinto de la tarde, de nombre Bailaor, en la plaza de Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920. Fue una verdadera conmoción para Sevilla y para la Hermandad macarena, a la que el torerero, que fue fiscal de paso y consiliario, estaba unido por fuerte devoción. Fue él quien regaló a la Virgen las espléndidas esmeraldas que luce y que son una de sus características de exorno más conocidas a nivel popular.
Rodríguez Ojeda
A la Macarena, según narra Jesús Palomero en el libro oficial de la historia de la Hermandad, la vistió de luto riguroso, por primera y única vez en el siglo XX, Juan Manuel Rodríguez Ojeda, artífice del mayor y más revolucionario cambio estético de la cofradía. También en la misma obra se relata que antes de 1900 era más común ataviar a la Virgen de negro, y se refleja que José Castro la vistió de medio luto en 1925 para un besamanos y que Juanito le puso una saya negra en 1936 cuando fue ocultada para evitar su destrucción en el comienzo de la Guerra Civil.
La llegada del cuerpo embalsamadode Joselito a Sevilla el día 19 de mayo supuso una auténtica manifestación de dolor popular, con balcones con crespones negros y banderas a media asta. El funeral por el diestro se celebró el día 21 en la Catedral, templo reservado hasta entonces para entierros de personas regias.
Hubo voces, como es habitual con independencia de las épocas históricas, que se alzaron ante aquel dispendio devocional por el torero, pero fue el canónigo Francisco Muñoz y Pabón quien supo ahogarlas en varios artículos en su encendida defensa por celebrar las exequias del torero en el templo metropolitano.
Funeral en San Gil
La Hermandad se volcó con las honras fúnebres para Joselito, cuyo cuerpo pretendieron enterrar en la iglesia de San Gil, según la obra editada con motivo del XXV aniversario de la Coronación Canónica de la Macarena. Y fue el 31 de mayo cuando se celebraron y cuando Rodríguez Ojeda vistió de luto la imagen y levanto un impresionante catafalco en honor del torero coronado por su vara de estación penitencial.
Si se prestasen oídos a los rumores y las leyendas, de la Macarena vestida de luto riguroso se conservarían varios originales fotográficos «auténticos», no copias de la que realizara el legendario Juan José Serrano, iniciador de la saga de fotógrafos, o como la del archivo Palomero, de cuerpo entero en el altar. Una de ellas la tendría el propietario de un céntrico bar sevillano y otra una dama de la aristocracia. También, quizá dentro del terreno de la mitología, se dice que el Arzobispado intentó retirar de la circulación todos los clichés fotográficos.
Una imagen conocida
La conmovedora imagen de la Macarena con este extraordinario atavío es bien conocida tanto por los cofrades como por los viejos aficionados taurinos. Aunque durante muchos años pareciera a tenor de la fotografía que la Virgen sólo lució manto y toca negra, pues así la muestra la famosa fotografía que figura en la mayoría de libros sobre la materia y que incluso podemos encontrar en algunas páginas cofrades que circulan por Internet, en la que la impresión fotográfica acaba justo en la base de las manos de la Macarena, tanto la fotografía del archivo Palomero como la que traemos a esta página demuestran lo contrario.
En la espléndida e histórica imagen del archivo Palomero se puede advertir con todo detalle el exorno fúnebre de la Macarena, despejando cualquier duda sobre cómo fue vestida por el genial Rodríguez Ojeda. La Virgen aparece dramática y más dolorosa que nunca cubierta por un manto negro, que deja ver la blonda blanca que le cubre la cabeza, y un velo denso a modo de rostrillo. La solución para la saya fue buscada por el artista en el gran velo que la rodea y que apenas deja traslucir los bordados de su vestimenta. En sus manos, el albo pañuelo bordado aparece más desplegado que en la más conocida fotografía del momento.
Una larga historia
Por su parte, el acetato en poder del empresario vinatero Enrique Peinado, del famoso vino Fragata, que la guarda en la caja de seguridad de un banco junto a otro cliché de la fotografía que acaba a la altura de las manos, tiene una curiosa y larga historia.
El itinerario de estos acetatos comienza justo cuando un hermano de la Macarena avisó a Enrique García Oviedo, que tenía un almacén de aceitunas en la Resolana, de que habían vestido a la Virgen de luto riguroso por la muerte de Joselito y se apresuró a tomar las dos imágenes, probablemente con dos cámaras distintas, o la pequeña fue sacada a partir de la mayor, según elucubra Peinado.
La familia los conservó hasta que Florentina García Oviedo se los regaló a Concepción Ysern, suegra de Peinado, quien a lo largo de muchos años las guardó sin que se conociera su existencia.
Concepción Ysern, camarera perpetua de la Virgen del Loreto, de la Hermandad de las Tres Caídas de San Isidoro, distinción que corresponde a las primogénitas de la familia desde que salvaran las imágenes titulares durante la invasión francesa, las ha entregado siendo ya anciana a su yerno, Enrique Peinado, cuya familia ha estado también muy vinculada con la Hermandad de la Macarena, pues tenían la bodega frente a la calle Feria. A título de anécdota, cuenta que su abuelo, en los años veinte ponía en la Resolana un barril de vino de Valdepeñas de 40 arrobas -640 litros- para obsequiar a los armaos y a sus familias.
Enrique Peinado también ha conservado durante una década esos dos acetatos sin darles publicidad hasta este momento.
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