Gloria a Dios

Tanto como para evocar la memoria de los que compusieron esa misma fila india hace muchas décadas, puede que siglos. Tanto como para encerrar los anhelos y las esperanzas de los que tomarán el relevo bajo las trabajaderas, bajo los antifaces, alzando ciriales o esparciendo el humo del incienso. Tanto como para haberla vivido. Ya sólo queda el Resucitado por la mañana del Domingo de Pascua, el primer día de la semana, el primer día del año, el primer día de nuestra vida, y luego revivirla a base de recuerdos que no se olvidan y que nos habitan por dentro con la indeleble e inconmovible adherencia de lo que se graba a fuego en la retina, en la pituitaria, en la piel. Qué enorme la Semana Santa y quienes la han hecho posible un año más. No hay nada que pueda acabar con ella, ¡gloria a Dios!