FERIA DE ABRIL DE SEVILLA 2023
La Feria vive un domingo de esplendor
Esta es una feria de hábiles en la que disimular el Oliver Twist que llevamos dentro. «La inflación es como un ibuprofeno para el bolsillo: un antiinflamatorio», dice uno en Pascual Márquez
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Sevilla
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Iniciar sesiónLa feria empieza con una mirada. Un botón de la chaqueta enredado en los flecos del mantón y a pedir disculpas con esa complicidad repentina de dos que se han encontrado. Por eso el pregón inaugural sucede el domingo, no el sábado. La luz chillando ... en el albero, coloreando de cetrino las sombras y dibujando estridencias por el aire desde el mediodía. Los puentes, de pronto, espontáneamente disfrazados de ríos, pero de personas. Y el castañazo de los cascos de caballos contra el suelo dejando entrever que para cruzar hacia la otra acera, chicos, con cuidado. Ojillos presumidos, miradas encendidas, abanicos, rastreadores de ventiladores para la próxima jornada y una feria que se llenó sin ansia, como un baile lento que en el discurrir de la tarde y la noche llegó a su apogeo. «Es que es domingo», dicen algunos. «Y que ayer nos la pegamos», resuelven otros, quizá los más sinceros. La mañana fue tranquila, pero a eso de las 18 horas la feria se transformó en ese festival masivo de gente que se está yendo, pero que no se quiere ir. Y nada que ver, eso seguro, con la situación de 'sobreferiantes' del domingo de 2022, en el que se batió un récord histórico.
El sábado tomó churros con chocolate de madrugada y ayer, vestida con mantón y ojeras, comentó un conflicto capital. Hannah es de Canadá, pero ha cuestionado sin saberlo el formato de ocho jornadas de feria: «Esto no puede ser así todos los días», dice con la mano en la cintura minutos antes de encorvarse. Atónita ante el periplo que tiene por delante y saciada ya de baile, rebujito y gritos en la oreja. Otro asunto de actualidad que se cuela en el Real es el de los tanques de cerveza a la calle. En el caso de la feria, el problema viene del intercambio y pérdida de vajilla a causa de algunos usuarios que peregrinan con ella de una caseta a otra. «Lo siento, no se pueden sacar más vasos fuera», ordena el tipo de seguridad de la puerta, pero quien trata de escapar lo deja sin argumentos: «No, no. Si este vaso no es de aquí».
Calor
La temperatura subirá hoy, alcanzando máximas de 38 grados durante la semana. Ayer, sin embargo, todo lo relacionado con el verbo subir tuvo que ver con los precios. El jamón parece tener sabor a billetes de quinientos euros. Todos presuponemos que existe, pero la mayoría no cata demasiado. O menos que otros años. Mucha tortilla, por el contrario. También gente preguntando si las gambas se pueden pedir en tapa. Que cómo van, dice. Señora: en plato. Como la tortilla, pero a otro precio. Y es que este todo está más caro. En concreto, hasta un 30% han aumentado productos como la cerveza o la botella de manzanilla. Y por eso bien desayunados vienen algunos para enfilar directamente la cena. Otros, dispuestos a ayunar si es preciso. Esta es una feria de hábiles en la que disimular el Oliver Twist que llevamos dentro. «La inflación es como un ibuprofeno para el bolsillo: un antiinflamatorio», ha dicho uno en Pascual Márquez que, como Hannah, no llegará erguido al jueves a este ritmo, pero por otra causa diferente a la de ella. El rebujito, en su caseta, está a 15 euros. A uno le duele la tarjeta y a otra los pies.
Un primer día para enmarcar
ABCUn tiempo estupendo con temperaturas suaves y un sol radiante han propiciado un primer día de Feria esplendoroso para los miles de visitantes que han acudido al real, donde el paseo de caballos ha brillado con luz propia.
En 'La Casetita', que así se llama, ubicada en Pepe Luis Vázquez, solo hay hueco para una pareja de baile. Por eso los que la frecuentan desde hace años han mejorado sus cualidades dancísticas. Desde niños, se sienten observados. La mayoría son sevillistas, pero un clavel verde en el techo recuerda, como dentro de una sevillana de Amigos de Gines, a un amigo bético que se fue. Y algo se sigue muriendo en el alma desde entonces. Sevilla es compleja, pero se explica de un fogonazo por un detalle del techo.
En Joselito El Gallo 51, por otra parte, todo es alborozo desde el mediodía: la familia Mantilla perdió la caseta en los 90 por entregar unos minutos tarde la documentación. 26 años después, la han recuperado, y a escasos metros de donde tenían la antigua: «Imagínate. Teníamos tantas ganas que el jueves vinimos a la prueba de sonido y desde entonces estamos por aquí. Somos muy de feria», explica José Ramón Montilla, el menor de tres hermanos.
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El grupito viene en unas horas, pero él, como todos, está más que ambientado: «Cuando me llamaron del ayuntamiento me eché a llorar. Cuando la inauguramos, tuve que decir que pararan con el drama, porque brindamos varias veces por los que ya no están. El mayor homenaje es que los que sí que estamos seguimos juntos». Y todo porque a él, con veinte años, le dio por insistir en los trámites burocráticos que en forma de sevillanas y amistades le dan ahora sus frutos. Se marcha porque tiene coches de caballo. Su feria, desde aquí, la intuyo placentera. Y larga.
Fue por tanto un día de estrenos y volantes. Sin incidentes memorables: chiquillos que se encaran pero no se pegan, vueltas a casa con postura de trapo, rincones excesivamente bulliciosos, algo de botellón tratado con cierta permisividad y esas cosas que enturbian alguna instantánea. Pero Sevilla, y esto es lo más notable, recuperó lo que hacía tiempo le había sido arrebato: conversaciones que no hablan de miedos ni contagios. Bailes despreocupados. Y con luz eléctrica, nada de velas. Lo festivo como principio y meta por el carácter de una gente que de casa viene con el hábito de la diversión. Esa es su naturaleza. Y así se ha sucedido el domingo: amable como el agua cuando apetece.
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