Pepe Cobo, el galerista que se ha convertido en creador

El nombre va en consonancia con los últimos años de su vida, no en vano desde hace cuatro años el galerista sevillano reside en Lima (Perú), «me fuí de España porque en 2008 decae mi línea de trabajo con las grandes empresas que dejaron de comprar, pero también sucedieron muchos cambios. El mercado del arte se centró en París, Londres, Berlín y eso dejaba a España en la periferia. Hice un proyecto en Latinoamérica con Endesa y me decidí abrir galería en Lima porque me gustó lo sevillano que puede ser Lima».

Tras dos años con su galería en Perú y hacer varios proyectos internacionales, decidió volcarse en la gestión cultural y también en conocer Perú.

«Este proyecto surge por buscar una piedra que se da en Ayacucho para una obra de Cristina Iglesias. Y yendo allí me encuentro en los mercados que en los puestos vendían cojines, faldas y elementos decorativos con una iconografía que me recordaba algo, pero no sabía a qué. Y un día descubrí que esas iconografías de flores, ramas, pájaros, me recordaban a los mantones de Manila . Mi madre los coleccionaba y yo tenía esa memoria. Investigué y ví que había una ruta de comercio creada por Felipe II que pasaba por Acapulco y Veracruz y luego llegaba a Sevilla. Hice fotos de los mantones de mi madre y cogí fragmentos de esas iconografías que se habían quedado en Perú, y que son copiadas por artesanos. Ese mestizaje me interesó mucho».

Pepe Cobo encargó la realización de estos tapices a los internos del pabellón textil de la cárcel de Lurigancho, «además me enteré que ellos trabajando redimen la pena. Y eso tuvo para mi mucha importancia».

Pepe Cobo es sincero cuando afirma que, «me costó trabajo ponerme al otro lado del galerista. Es una vertiente más. Yo estoy hablando de eso, de mestizaje ». La muestra que ya se ha visto en Perú ha tenido muy buena aceptación. «Ellos tienen un conflicto social muy grande y el tema de que los presos sean creadores de arte, es una vía para la propia institución». La muestra reúne más de veinte obras de gran tamaño y muchísimo color que llenan las salas de la Fundación Madariaga, que está situada curiosamente junto al pabellón del Perú. La ilusión del nuevo creador: «que luego se vea en Manila y así cerrar el círculo», y sí, Pepe Cobo ya piensa en nuevos proyectos.