El Mercado de San Jerónimo de Sevilla se cae entre escombros
La ruina en la que está sumida la Plaza de Abastos, además de la apropiación ilegal del terreno por un okupa que asegura ser el guarda, refleja la larga desidia que ha sufrido este barrio sevillano

La imagen actual de la plaza de abastos del barrio de San Jerónimo es demencial. El mercado, que en otro tiempo fue el corazón palpitante del vecindario, hoy no es más que una estructura fantasmagórica llena de escombros. Techos que se caen a pedazos ... y paredes que parecen a punto de ceder al abandono.
Un barrio de alcurnia histórica, opacado por el olvido. Entre sus calles se alzan un monasterio de principios del siglo XV, la escultura más alta de España, un majestuoso paseo fluvial y la talla de uno de los máximos exponentes del Romanticismo español: el escritor sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. Situado en el norte de Sevilla, a escasos metros del valle sevillano que guarda a las almas que descansan con el Señor, el barrio de San Jerónimo bien podría formar parte del itinerario turístico de ese autobús rojo descapotable que recorre las zonas más emblemáticas de la ciudad hispalense. Sin embargo, la decadencia y la dejadez que asolan sus calles sepultan el destino de esta barriada.
Sus vecinos llevan años sin un servicio tan básico como es una plaza de abastos, pero no precisamente por la inexistencia de la instalación, sino por la ruina que padece el mercado, cuya imagen bien podría confundirse con el estremecedor escenario del frente de guerra ruso-ucraniano. No hay un sólo cimiento estable.
En este marco, es preciso adelantar que la última remodelación del mercado se llevó a cabo hace más de veinte años, concretamente en 2004. La obra fue impulsada por el exalcalde socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, llevando a cabo únicamente la reconstrucción de una tercera parte de su superficie. Sin embargo, la intervención no tuvo mayor transcendencia, pues de los 14 puestos que se abrieron entonces, sólo permanece activo una cafetería, que sirve desayunos de ocho a once de la mañana, gracias al bullicio fiel de clientes, especialmente los sábados y domingos. Aun así, hace apenas dos años, una vecina decidió montar un pequeño 'desavío' en uno de los locales que dan al exterior. Hoy, ellos son los últimos vestigios de los mercaderes de San Jerónimo.

Un okupa en el mercado
Ahora bien, no son los únicos residentes del mercado. Un okupa se ha apoderado de buena parte del recinto, generando situaciones tensas que provocan el rechazo de los pocos clientes que aún frecuentan los dos comercios activos. Su fijación, según los testimonios, es con las mujeres mayores. El último episodio obligó a la intervención de los servicios sanitarios, después de que este individuo dejara encerrada a una mujer octogenaria en los baños situados junto al bar de la plaza.
La tensa situación de conflicto no solo afecta a los clientes, sino también a los dos únicos comerciantes que resisten en el mercado. En este sentido, la dueña de la pequeña tienda de alimentación mostraba a este periódico las múltiples denuncias que ha presentado contra el okupa. La situación se volvió insostenible cuando, presuntamente, este provocó un incendio en el local el pasado mes de agosto. Así, los vecinos luchan cada día para que la justicia expulse de una vez por todas a este okupa, que se autoproclama guarda de la plaza, a pesar de que no hay ni un sólo puesto de alimentación abierto.

Este triste panorama contrasta con la historia de la Plaza de Abastos, que abrió sus puertas por primera vez en 1973, habilitándose en los bajos de un bloque de piso y contando con 50 puestos de alimentación, además de 14 locales exteriores destinados a otros negocios. La cooperativa del mercado de la calle Feria fue su impulsora, con el objetivo de convertirla en una auténtica «mina» comercial. Hoy en día, sólo queda el testimonio de los escombros que reposan en sus devastados cimientos.
La obstinación de los vecinos
De este modo, el presidente de la asociación de vecinos 'Todos somos iguales', Juan José Conde, expone el abandono del mercado de San Jerónimo por parte de las instituciones públicas, pues esta falta de interés ha llevado a la ruina una instalación que podría suponer la revitalización económica del barrio. En 2004, a petición de la asociación, se realizó la remodelación de un tercio del mercado, mientras que el resto quedó enterrado en el olvido.
No obstante, la situación de desidia no sólo representa una pérdida de crecimiento económico, sino que también ha generado innumerables molestias entre los vecinos cercanos. «Todo se inundaba de excrementos que salían a la calle», destaca José Conde, quien explica que un fallo en la construcción provocó la filtración de aguas fecales desde los pisos superiores hacia el suelo del mercado, llegando incluso a las calles de las casas adyacentes a la plaza.
Aunque este incidente se resolvió con un nuevo sistema de tuberías, el abandono del mercado persiste. Su último uso fue como escenario para una película protagonizada por Mario Casas. El estado de decadencia del mercado resultó ser el lugar perfecto para esta película policial. No obstante, gracias a la incansable insistencia de los vecinos por revivir lo que un día fue el epicentro de la comunidad, la Asociación presidida por Conde ha presentado numerosas propuestas al consistorio para revitalizar la plaza.

En 2017, parecía que un proyecto dirigido por el gobierno socialista de Antonio Muñoz podría ser la salvación del mercado. Un importante grupo de alimentación tenía interés en asumir la gestión de toda la estructura de la antigua plaza de abastos durante un largo periodo. Sin embargo, según el presidente de la Asociación, «todo quedó en palabras», ya que el grupo inversor se echó atrás en el último momento.
Finalmente, Conde subraya la urgencia de aprovechar estos espacios para ofrecer a San Jerónimo «un centro comercial que reactive la vida del barrio», al tiempo que remarca, que la lucha de esta Asociación continuará siendo «incansable». Mientras tanto, queda la incertidumbre de si, tal vez, los cantos regresarán a esta plaza y si la solera volverá con más fuerza a las calles de este barrio, que alguna vez fueron testigos de la vida en un mercado que hoy parece descansar a espaldas del camposanto sevillano.
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