crítica de teatro

Nuevas divagaciones por la ciudad de la gracia

El Lope de Vega saca buena nota con su experimento 'Dramawalker' para autobuses de línea

El Teatro Lope de Vega de Sevilla se traslada a los autobuses de Tussam para el estreno de Dramawalker

Los dramaturgos participantes en el proyecto 'Dramawalker' ABC

Alfonso Crespo

Sevilla

'Dramawalker'

  • Producción: Teatro Lope de Vega/Centro Dramático Nacional.
  • Curaduría: David Montero.
  • Dramaturgia: Rosa Romero, Ana Sánchez Acevedo, Alberto Corté, Álex Peña, David Montero.
  • Colaboración: Tussam.
  • Fecha: Sábado 25 de febrero.

Tras aquella inauguración de temporada, a finales del 2021, con 'Take a walk on the wild side' de Emilio Rivas, regresa la experimentación y los cascos al Lope de Vega para sacudirnos un poco las inercias teatrales de la ciudad, que ... no son pocas. 'Dramawalker' —nombre feo donde los haya, como advirtiera una de las dramaturgas en liza, Ana Sánchez Acevedo— reúne cuatro obras —o trozos, como en los casos de la propia Acevedo y del responsable organizativo, David Montero— que nos llegan a las orejas mientras viajamos por la ciudad en un autobús de línea de Tussam que actúa de improvisado patio de butacas móvil mientras atraviesa los barrios concernidos por las piezas. Aquí nuestras impresiones a vuelapluma de las cuatro obras:

'Sevilla no se vende sola' plantea una reapropiación de estrategias dialécticas: lo que escuchamos, mientras paseamos por el entorno de las exposiciones universales del 29 y el 92, no es exactamente lo que vemos. Se necesita perforar la visibilidad —aquí a base de un collage sonoro que puede mezclar la subversión de Bollaín o la Pantojita con los discursos oficiales o propagandísticos de encefalograma plano— para vislumbrar lo que yace detrás —un cúmulo de desastres pero también un haz de virtualidades—, lo sepultado tras las apariencias del discurso hegemónico de ciudad que se quiso y, así parece, aún se quiere.

En 'La leña arde' escuchamos el 'biopic' de la Pantoja, camino del cementerio, como alimento introspectivo. Es la historia que nos habita y que vislumbramos en el paisaje urbano que nos acerca al Bar Goma —'mejor aquí que allí', es decir, antes en la barra que en el crematorio, como rezan sus sobres de azúcar—. La rueda, como siempre supo el cine (y testimonia Kiarostami, el último gran cineasta de los trayectos), se solidariza con los engranajes narrativos, y cuanto más miramos al vacío, al cristal del parabrisas o de la ventanilla, más navegamos en nosotros mismos.

Por su parte, 'Make Sevilla Great Again', la pieza más cómica, nos propone un trayecto sin paradas desde el Aeropuerto hasta el indio de Kansas City, para tratar de la gentrificación galopante e imparable y acostumbrarnos a esos abigarrados bloques de pisos periféricos, pronto quizás el único hábitat que la ciudad propondrá a los suyos, a sus particulares indígenas. A Sevilla, tierra de acogida, ya sólo parecen quedarle las últimas bromas, los chistes postreros, para los nuevos propietarios intermitentes e intercambiables de la ciudad y sus ruidosas 'trolleys'.

Por último, 'De pequeñas partes' elige el autobús como microcosmos de relatos emergentes, ahí donde el dramaturgo encuentra inspiración o al menos sacia su curiosidad por las vidas ajenas, esas que completamos con aquellas viejas y rimbombantes figuras retóricas del colegio, como la sinécdoque, alucinándole un todo florido a una parte robada. Y puede que comprendiendo, a fin de cuentas, que todas las vidas se parecen demasiado a un trayecto en autobús: en una esquina se sube y en otra se baja, como en aquella vieja película mexicana de Alejandro Galindo.

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