Voces áureas para Puccini
Gala de lujo para conmemorar el centenario de la muerte de Puccini con un programa que resumió la flor y nata de sus arias y dúos.
CARLOS TARÍN
Sevilla
Gala Puccini
- Programa: Obras de Puccini.
- Intérpretes: Sondra Radvanovsky (soprano) y Piotr Beczała (tenor). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
- Director: Keri-Lynn Wilson
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 30/10/2024.
A casi un mes justo de que se cumplan los 100 años de la muerte de Puccini nos llegan dos voces de grandísimo nivel con un programa dedicado a lo más conocido de su catálogo, aunque se cayese a última hora su 'Un ... bel dì, vedremo' de la Butterfly. Un precioso vestido de gran diseño que lucía Radvanovsky en la primera parte hubiese sido el más afín para el aria de la esperanzada mariposa.
Prácticamente el recital estuvo montado en un orden cronológico, lo que puede resultarnos 'a priori' algo vulgar, pero que bien mirado nos llevaría desde su primera ópera de éxito, 'Manon Lescaut', hasta el avanzado lenguaje de la ópera que nunca terminó, 'Turandot' y que veremos próximamente en el Maestranza.
De partida, como decimos, son dos grandes voces, sin resquicios, muy cuidadas, con excelente técnica y ambas en estado de gracia, a pesar de que ya no son dos jovencitos. Sin embargo, nos pareció que, siendo las dos de gran volumen, la del tenor polaco se nos antojó más granítica, menos moldeable que la de su compañera, como esos cantantes que sólo saben cantar en 'forte'. En la primera aria, 'Donna non vidi mai', parecía acentuar además todas las sílabas, martilleo que solidificaba aún más su canto.
Por el contrario, la soprano norteamericana enfocaba su 'Sola, perduta, abbandonata' con una fuerza inusitada nada más salir, sin calentamiento previo ni nada (aunque todos los cantantes calientan previamente, sólo las arias con público consiguen preparar la voz para lo más alto). Sin embargo la voz de Radvanovsky se tuvo que oír a lo largo y ancho de todo el supuesto desierto de Luisiana, donde se ubica el aria. Ya esa fuerza, ese dolor, esa intensidad hacían presagiar cómo sería su Turandot, como sus graves severos, bien apoyados; pero también su carácter quebradizo, arrepentido o reflexivo que la llevaron a otro registro completamente distinto, capaz de apianar con una delicadeza y adecuación absoluta con su personaje. Fueron la primera y la última arias de 'Manon Lescaut', aunque las oyésemos seguidas: y esa distancia es la que mediaba nos pareció que mediaba entre una y otra interpretación.
De 'Tosca' eligieron las tres arias y el dúo que cierra el primer acto, bastante largo. 'Recondita armonia' fue ralentizada hasta la desesperación y diríamos que incluso silabeó los versos. Cualquier director italiano hubiera intentado hacerle ver al tenor polaco que no era una especie de marcha fúnebre a lo Chopin, sino una hermosa reflexión sobre el arte y el amor, sobre la belleza de dos mujeres y su plasmación en un lienzo. La orquesta seguía al féretro. Es cierto que no hay que tapar las voces desde el foso, desde donde surge el acompañamiento; pero en Puccini la orquesta no acompaña como en otros compositores, sino que participa de la trama como un cantante más -a veces muchos; y tampoco es un simple abanico de colores. Lo que pasa es que en Puccini están asociados los colores con las distintas apariciones, mientras en otros casos la orquesta es quien teje una red sobre la que se mueven las siempre subyugantes melodías del compositor.
Nos pareció que lo mejor de la orquesta fueron las cuerdas, siempre y cuando se moviesen en una atmósfera sedosa y aterciopelada, y generalmente plana. Tal vez por eso se fundieron tan bien con Radvanovsky en la sublime interpretación del 'Vissi d'arte', en donde la soprano supo aunar la dicotomía entre la moral religiosa de Tosca que le prohibía hacer daño al prójimo y la necesidad de salvar al hombre que amaba, e incluso llegar a preguntarle al 'Signor' (Sib) por qué le había tocado a ella. Emocionante.
Becsala es un tenor lírico que empezaba el famosísimo momento 'E lucevan le stelle' con un registro grave, pero tal vez demasiado ancho, que le añadía una edad que el personaje no tiene. Dentro del poderío de su registro, pudimos oír este aria más matizada, más dúctil.
Se dejaba el dúo de amor para el final de la primera parte, en donde nos dio la impresión de que convergieron todas las virtudes y carencias a la vez. Ambos cantantes forman un dúo hace ya algunos años, y nos resultaron como esos matrimonios que ya no tienen nada que decirse. Las voces dicen que se aman, pero en realidad no lo parece. Es más, Radvanovsky le dice a Becsala: 'Lo dici male' («lo dices con desgana»). Pero de nuevo la dirección no terminaba de colaborar, precisamente en uno de los momentos más logrados de la ópera. Podemos coincidir o no en que el oboe estuvo participativo en 'Sola…' o el clarinete en 'E lucevan', pero si queremos un ejemplo del conocimiento o no de los motivos que pueblan todas las óperas de Puccini, este es uno de ellos. Justamente donde los amantes se nos dan a conocer y se nos hace ver cuánto se quieren, tanto como cuán diferentes son, sólo hay un motivo que reaparece rompiendo la estabilidad de la escena, y es nada menos que el de Scarpia, verdadero motor del drama. Lo oímos cuando Tosca cita a Mario en su casita, a la que no llegarán; también en uno de los intentos de Mario por que Tosca y darse prisa para salvar a Angelotti, pero Scarpia lo impedirá; o cuando Tosca reconoce en el cuadro a la Attavanti, por cuyo abanico Scarpia sabrá que ha ayudado a su hermano y que Cavaradossi está implicado. Sin embargo, no nos pareció que se destacara este elemento decisivo por el que Puccini hace hablar a la orquesta, anticipando situaciones venideras. Este motivo quizá sea muy significativo por su importancia dramática, por su desasosiego en un contexto feliz o por su aporte como recurso psicológico en la trama. Pero hay otros elementos musicales que tampoco fueron señalados, dentro de una lectura eficaz, pero superficial.
Otra escena de primer acto la tuvimos con 'La Bohème', comenzando con el tenor ('Che gélida manina'), en donde nos pareció notar al cantante más relajado en la emisión; 'Mi chiamano Mimí', que acaso no sea el rol que mejor le venga a la soprano, si bien tiró de recursos para suavizar y flexibilizar su potente instrumento. Y desde luego el dúo de final de acto, con ambos alcanzando el famoso Do sobreagudo fuera del escenario.
Donde alcanzamos el embeleso fue sin duda en 'In questa reggia', toda una escena que protagonizó Radvanovsky y donde brilló la belleza de la música, el momento estelar de su presentación (en el segundo acto) y por la extrema dificultad del rol, que precisa una voz poderosa, sin fisuras, de imponentes ataques y decisivos sobreagudos, que Puccini se encarga de al menos 'facilitar', haciéndolos subir poco a poco. Pero como decimos, es un aria imposible, que sin embargo la soprano cantó como si hubiese escrita para ella, después de todo lo cantado hasta el momento (era su última intervención del programa). Aquí ya se ganó el aplauso colosal, porque no se puede cantar mejor un aria temible. También Beczala triunfó con su 'Nessum dorma'.
El respetable sólo pudo arrancarles como propina 'Bimba, bimba non piangere' de 'Madame Butterfly', así que finalmente no nos quedamos sin el viaje a China, dúo en el que todos estuvieron bastante bien en ese elaborado 'crescendo' que implicó a cantantes, de los que diríamos incluso que notamos una cierta 'química' por fin, y orquesta por igual.
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