crónica
La revolución de la ternura de Valeria Castro echa raíces en Sevilla
El pasado viernes 9 de junio, Valeria Castro agotó las entradas en la presentación de su primer disco, 'con cariño y con cuidado', en el Cartuja Center Cite de Sevilla
Valeria Castro: «Lo vulnerable es algo en lo que, en mayor o menor medida, coincidimos todos»
E. M. Malpartida
Bum bum. Hay cola sobre las siete de la tarde para entrar al Cartuja Center Cite. Aún no se escucha, pero está ahí. Bum bum. Es viernes, ha llovido y después ha salido el sol, por lo que la ciudad tiene el guapo subido (¿y ... cuándo no lo tiene?). Hay un murmullo entre los presentes: «Sobre las ocho abren las puertas», avisa una muchacha. Bum bum.
La espera se hace un poco larga. La gente empieza a arracimarse en las escaleras, en la barra del bar, en el hueco que queda frente a la puerta de la sala, las pieles se acercan y ya se puede sentir la percusión en los pechos. Bum bum. Hay nervios. A las ocho y media las 500 personas de la Sala Cite, que es pequeña y empinada, se quedan en silencio. Los músicos toman la oscuridad del escenario. Bum bum. De izquierda a derecha se sitúan Laia Alcolea (piano), Pablo Cáceres (guitarra y ronroco), Marco Niemietz (contrabajo) y Iván Mellén (batería y percusión). Las butacas se mueven incómodas e impacientes.
Pasadas las ocho y media aparece Valeria Castro en escena.
«Siempre vengo a llorar aquí, es increíble lo que transmite», escribió hace unos años un usuario en el primer vídeo de YouTube que Valeria Castro subió a su canal. Una versión —un esqueje— del ya legendario 'Corazón partío'. Ese fue el tema elegido para comenzar a dar pasos en un camino que tenía la música y los escenarios como destino. No cabe duda de que la canción elegida podría servir como premonición de lo que la artista canaria empezaría a construir unos años más tarde: tiritas pa este corazón partío. La sanación desde la música. La experiencia como forma de conectar con otras heridas, otras soledades, para acompañarlas y cuidarlas.
Bum bum. Las butacas están tan apretadas que se siente el pulso acelerado de la gente. El suelo vibra, los respaldos se mueven y casi se pueden oír los corazones percutiendo de felicidad cuando la artista canaria empieza con las primeras notas de 'dentro'. Como bien dijo aquel usuario: aquí la gente ha venido a llorar. Y a sonreír. A ser feliz. A estar unidos en esta intimidad que se ha creado entre Valeria Castro y su público a través de ese empirismo musical que parte de la experiencia y conecta desde la verdad, la honestidad y la vulnerabilidad de sus letras. Aquí la gente ha venido, precisamente, a sentir lo que transmite Valeria Castro, ese bum bum insostenible de quien se siente rodeado de los suyos. En casa. Protegidos, cuidados, felices.
Suena 'poquito', que como todas sus canciones se escriben en minúscula pero Valeria las canta en mayúsculas, sin ninguna exclamación ni gorgorito, porque no es una cuestión de volumen sino de gravedad, como una fuerza que contiene y atrae multitudes. ¿Nadie pudo ver que esta voz es inconmensurable para estar en una sala así? «Tenía muchas ganas de estar en Sevilla, esto es muy bonito», avisa Valeria en la presentación del concierto. El público contiene sus gestos para no desequilibrar esta intimidad que se ha fraguado en apenas un par de canciones. Algunos móviles empiezan a asomar, aún tímidos.
En 'la raíz' empiezan a moverse los culos y los pies, las sonrisas tintinean en la oscuridad y Valeria avisa con su voz que le sobran las paredes. Tras 'un hogar' se hace presente, aunque ya era evidente, que Valeria Castro lleva a su tierra allí adonde va. Ni en los bolsillos, ni en la maleta, sino en la garganta y el corazón. Le sigue 'techo y paredes', un tema que, al terminar, Valeria afirma que tenía muchas ganas de tocar de tocar aquí, porque una vez una fan confundió su letra y pensó que ella decía «Sevilla» en vez de «semilla». Al contarlo su verso toma de repente otro sentido, no solo para ella, sino para todos los presentes en esta sala: «Y quien nació en Sevilla que no se conforme con techo y paredes».
Suena 'perdón (no me había dado cuenta)' y el grupo acompaña a Valeria no como sostén sino como una fina línea fronteriza entre su voz y el silencio del público, que para la mitad del concierto ya se ha animado y, aún encorsetado, se mueve, taconea, palmea y se balancea en las butacas. En la canción que da nombre al disco, 'con cariño y con cuidado', Valeria se deshace del nudo de la lejanía con su familia, para sentirlos cerca a través de la música, de las gargantas de su público.
El grupo se convierte primero en dueto, con Marco Niemietz al contrabajo y Valeria sobre el escenario, para hacer un esqueje de 'Agua' de Jarabe de Palo. A medida que avanza el concierto va mutando en otras formas, primero en trío cuando se suman la guitarra, la percusión o el piano, para luego dejar a solas a Valeria frente al público. El concierto va moviéndose y cambiando de canción en canción y pasa por 'costuras', 'lo que siento' o 'abril y mayo', entre otras. Valeria se aferra a la guitarra y la gente sabe que 'guerrera' está por llegar.
Vuelve ese bum bum en el pecho cuando Valeria se emociona al dedicarle la canción a Elena Huelva.
El concierto se acerca a su final con 'costumbre' y la sala se expande unos centímetros con el público en pie mientras Valeria baila y la banda salta al compás. El concierto termina en fiesta, que es lo que la gente venía buscando: emocionarse, latir, cantar y vibrar entre los hilos de la generosa escritura de Valeria Castro, para terminar cosidos a su voz a base de puntadas en el corazón. Valeria Castro finaliza el concierto confesándose a Sevilla justo antes de los bises: «Este ha sido uno de los mejores conciertos de mi vida». El público le responde un rotundo «y yo a ti» de pie, con un largo aplauso. Bum bum.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete