Crónica
Concierto de José Mercé en Sevilla: la introspección no siempre eriza la piel
El cantaor jerezano ofreció anoche un concierto en el Cartuja Center Cite en el que repasó tema a tema 'El Oripando', su disco más experimental y, sobre todo, personal
José Mercé: «Ahora hay muchos artistas de Instagram y Tik Tok y pocos de directo y escenario»
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Aunque ya lo presentó en el Maestranza en mayo del año pasado, había curiosidad por ver cómo José Mercé se llevaba al directo 'El Oripandó', su álbum más «transgresor y vanguardista» y, sobre todo, el más personal, autobiográfico de pitón a rabo. Hay tendencia a pensar, no sin lógica, que los discos cuyos artistas llevan a cabo un admirable ejercicio de introspección, como es el caso de 'El Oripandó', tienen más posibilidades de emocionar, de erizar la piel, por la verdad que se canta, sobre todo en directo.
No fue el caso que se vivió anoche en el Cartuja Center Cite. Ante un auditorio prácticamente lleno, el jerezano fue desgranando uno a uno los ocho cortes de su último trabajo, un proyecto para el que se apoyó durante dos años, tanto para la composición como para la producción, en la estrella del pop nacional Antonio Orozco. Se trata de un disco complejo que el propio cantaor advierte que hay que escuchar varias veces para apreciar los detalles interesantes que contiene. Y es cierto que los hay. Pero en el escenario no existe esa segunda oportunidad. O toca la fibra o no la toca. Y ayer, salvo en contadas ocasiones, no la tocó.
¿Por qué? Principalmente porque la propuesta en directo sonó desde el principio un tanto atropellada y anémica de armonía. Todo muy acelerado. Los arreglos, incluso cuando en la recta final del concierto interpretó éxitos ecuménicos como 'Al alba' o 'Aire', abundaron en ritmos impropios y excesivamente basados en el rock andaluz.
Cabe destacar alguna excepción (en lo emocional, no en el ritmo). El dolor y el arte se dieron la mano en 'Jamás desaparece lo que nunca parte', una desgarradora bulería por soleá que anoche tronó con la fuerza de una estampida sónica. La pérdida de su hijo Curro, tema sobre el que versa la pieza en cuestión, hizo que de su privilegiada voz brotase congoja, sangre, desamparo vital. Tanta franqueza, tanta verdad, hace que la distancia entre el escenario y el patio de butacas quede reducida a la nada más absoluta. Ovación en la platea, lágrimas en el escenario.
No obstante, los episodios más lucidos del repertorio que el artista del barrio de Santiago facturó anoche llegaron en el tramo más jondo. Justo después de despachar en cuarenta minutos 'El Oripandó' y de saludar y dedicarle unas palabras al torero Curro Romero, que se encontraba junto a su esposa en las primeras filas. 'El torero más grande que ha dado la historia. Viva el maestro. Te quiero, Curro'. Al igual que ocurriese hace un mes en el concierto de Sabina en la Maestranza, todo el público se puso en pie para aplaudir al 'Faraón de Camas'.
En clave flamenca, obviamente, Mercé luce mucho más que en el experimento ya citado. Acompañado por el joven guitarrista de Chipiona Manuel Cerpa (2003), que rayó a un gran nivel, el cantaor mostró todo el arsenal artístico que le ha aupado a ser uno de los referentes más importantes del flamenco actual. Desde la malagueña de Enrique el Mellizo, hasta su clásico cante por soleá, todo fluyó mucho mejor, siendo el cante más inspirado de toda la noche aquel fandango de El Carbonerillo que decía aquello de «porque el mundo me critique no siento pena ninguna; yo soy águila imperial, y mientras tenga una pluma no dejaré de volar». Anoché Mercé se lo llevo a su terreno: «Y mientras me quede una pluma, por mi hijo Curro que no voy a dejar de cantar». El público le premió puesto en pie y con una sonora ovación.
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