la ventana indiscreta
La caverna de Pedro Sánchez
La serie 'Silo' reinventa el popular mito de Platón: nos conformamos con mirar sombras y no queremos salir al exterior o, en su defecto, nos dejamos convencer por tonterías
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Madrid
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Iniciar sesiónLa información es poder, menos si la hay por exceso, que se convierte en todo lo contrario. Borrachos de novedades, de inmediatez, somos cautivos de una especie de amnesia colectiva que nos hace olvidar lo que hasta hace un rato reivindicábamos. Pasa con internet, ... que nos saturamos, y también con Pedro Sánchez, que no es que haya hecho mucho bueno pero en cuyo Gobierno ha pasado tanto que ya es difícil recordar hasta lo malo. Es la técnica de la dispersión, de revestir de importancia lo que no la tiene y distraer al mundo de lo importante.
Por esos lares se mueve 'Silo', la nueva serie de Apple TV+, con Rebecca Ferguson, Tim Robbins, Harriett Walter y un largo etcétera de actores que, a veces, como los suspiros, no duran más que un capítulo.
No es el elenco, de primera línea, el que distrae de la cuestión central sino las obligaciones diarias. La rutina, a veces, pesa más que los años. Con razón se quejan los funcionarios. También hace que los habitantes de esa mole de hormigón que se hunde bajo tierra, unos diez mil, olviden, y queden a expensas de los que mandan, como si les echaran burundanga o la maldición imperio. Los romances tienen que aprobarse y solo les queda trabajar y coleccionar reliquias, que son objetos cotidianos sin misterio alguno menos para quienes, como ellos, no son nada porque no los conocen. Un reloj de pulsera o el envase de unas pastillas de caramelo pueden despertar las dudas, y sobre todo la memoria, de ese largo y misterioso lapso. Y nadie recuerda nada de la vida antes del silo en la ficción, que adapta la obra de Hugh Howey.
No es una serie de ciencia ficción más, u otra posapocalíptica, tan de moda tras la pandemia. 'Silo' viene a ser una reinvención del mito de la caverna de Platón: nos conformamos con mirar sombras y no queremos salir al exterior. Hasta el punto de que olvidamos cuánto deseábamos hacerlo. Nada que no suceda en la realidad, donde el mundo desvía nuestra atención de lo importante con leyes absurdas, con polémicas vacuas. O, en su defecto, con calles permanentemente levantadas en año electoral. Nos engañan para que estemos centrados en los problemas inmediatos, sin tiempo para pensar ni para recordar. No hay memoria, no hay sentido crítico, por eso preferimos mirar solo en línea recta, sin percibir lo que hay a los lados.
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