Televidente
Placeres culpables
«No vivimos tanto para producir tanto contenido, palabra clave en este siglo inquieto y ansioso»
El próximo reto de Pedro Sánchez
Revolución en Eurovisión: España cumple su amenaza y no irá al festival por la presencia de Israel
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl otro día me vi encadenado a una serie de vídeos donde unos individuos se preparaban café con mimo de ebanista japonés, utilizando un cachivache para moler el grano, otro para removerlo y un tercero para prensarlo. El café, purísimo, como si acabara de manar ... de la cascada de una selva virgen y colorida como un Gauguin, caía sobre una onza de chocolate colocada en perfecto equilibrio sobre el diámetro de la taza, de manufactura nórdica. Con la última gota caliente, la onza se terminaba de derretir y se precipitaba con elegancia sobre el líquido, digno de un George Clooney. Después, un hombre vestido de andar por casa (una casa-pasarela, una casa-escenario, diez hipotecas de las tuyas) limpiaba su salón con tres aspiradoras diferentes, y lo explicaba. También me crucé con unos cuantos hombres que se vestían ante la cámara presumiendo de magisterio: «Hoy os enseño tres 'outfits' para el día a día». ¡Gracias!
No vivimos tanto para producir tanto contenido, palabra clave en este siglo inquieto y ansioso, sustituto digital de las antiguas cosas y, mejor aún, de las naderías. Ya todo es susceptible de ser publicado, hasta lo más propio, lo más banal, porque la fuerza centrífuga de las redes sociales, de la que aún está por gritar su huella ecológica, necesita más carne de la que hay en un cuerpo. Agotada la experiencia, la intensidad, queda el bostezo, lo cotidiano, las horas muertas: lo doméstico revestido de exotismo. ¿Y no es una aventura freír un huevo cuando no sabes ni lo que es una gallina?
Por esta misma aceleración, sospecho, se está extinguiendo el placer culpable, concepto viejuno que designaba todo aquello que hacíamos por deseo o pereza o molicie, y que no merecía ser compartido por eso de que una personalidad es también un misterio que se desvela de cortinas para dentro, o entre las sábanas, y que desde luego nadie regalaba. Pero la ecuación ha cambiado y a fuerza de convertirnos en creadores de contenido hemos terminado siendo contenido hasta cuando estamos tumbados en el sofá consumiendo el contenido de una persona que, ay, hace lo que tendríamos que estar haciendo.
En fin, la vida en directo, como el amor, está lejos del arte. Hace falta tiempo y ser Luis Rosales para decir: «Ahora que estamos juntos como la sed pega los labios». ¿Y qué es lo que permanece?
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete