Joven japonesa primorosa
En los espacios dedicados a la gastronomía, es ya un lugar común que cocinar es un acto de amor
En los muchos programas, películas y espacios dedicados al mundo de la gastronomía, es ya un lugar común que cocinar es un acto de amor. Se dice en ‘Masterchef’, por ejemplo, que un plato es bueno si tiene «alma». A veces lloran al explicar su ... elaboración. El grado extremo de esto quizás sea el chef José Andrés (qué bueno es), que ha convertido su cocina en un instrumento filantrópico mundial.
Bien, todo esto es muy respetable, pero empalidece ante lo que muestra ‘Makanai: la cocina de las maikos’ , serie japonesa de Netflix donde esa idea pasa de fórmula retórica a realidad artística y sensible: vemos la cocina como un acto delicado, mágico, transformador, con un primor estético desconocido… Por ejemplo, la cámara muestra el corte de los alimentos con un sensual júbilo cisorio y las pequeñas manos de la joven japonesa protagonista forman bolitas de arroz con un mimo maternal, como si quisieran alimentar a un niño o a un enfermo… ¡pero son manitas de niña! La delicadeza es inaudita.
La serie, inspirada en el manga, merece una explicación: las maiko son las aprendices de geisha y una de ellas, no apta para dicha carrera, la pobre, acaba dedicándose a cocinar en una de las casas donde maestras geikos y aprendices maikos viven en régimen casi cenobial dentro de la ciudad de Kioto. La protagonista, llamada Kiyo, no puede ser geisha, pero encuentra en la cocina («una cocina normal y genial») una vocación similar por su limpio esmero y su atención sumisa.
La serie, de gran ternura, es, además, una bonita historia de amistad femenina. Los personajes son humildes, piensan en los demás y ante las cosas y los alimentos tienen un respeto ritual. Es tan hermosa la serie que consigue contagiar una delicadeza alegre y dispensadora ante el apetito ajeno. ¡Nos sentimos sonrientes y aéreos como una joven japonesa! Pasados los minutos, pensamos en haikus y deseamos, como ella, comer solo con palillos y a bocados menudos. Su cocina es una auténtica obra de humildad y felicidad. Sentimos, esta vez sí, que sería posible mostrar nuestro gozo y amor con la simple elaboración de cualquier cosa.