Jaime Chávarri: «El tiempo pasado, fuera mejor o no, era el tuyo. Era tu juventud y no va a volver»
El director de 'El desencanto' y 'Las bicicletas son para el verano' regresa al cine tras 17 años retirado con 'La manzana de oro', en la que adapta a Fernando Aramburu
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Iniciar sesiónEl salón de Jaime Chávarri parece el campo de una batalla en la que él va perdiendo. Es una guerra por el espacio y sus rivales son los libros y las películas, por miles, que han ocupado todos los rincones de esta amplísima casa en ... plena calle del Pez. Y ahí en medio, rodeado de todas las voces encerradas en páginas y en carátulas, aparece henchido Jaime Chávarri, que a veces habla como un dandi, otras como un profesor y siempre como el cineasta que nunca ha dejado de ser aunque se alejara de las cámaras los últimos 17 años. Ahora, a sus 80 años, vuelve a sentir los nervios del estreno con 'La manzana de oro', en la que adapta la novela de Fernando Aramburu 'Ávidas pretensiones'.
—¿Y por qué volver ahora?
—Porque era un tema que me parecía atrevido y distinto. En este tiempo que he estado retirado, yo tenía un guion que trataba precisamente sobre los escritores. Pero era un tema muy difícil de colocar en el cine español tal y como está en este momento. Y es un tema que a mí me interesa mucho porque tiene que ver con la creación. De la novela de Aramburu ('Ávidas pretensiones') me atraía mucho el concepto de los poetas reunidos durante solamente un fin de semana. Me interesa también, que es la parte seria de esta comedia, la conciencia de que el talento no es que te den premios, sino el que tú sepas que has provocado una emoción en los demás.
—¿Dónde hay más ego? ¿En los poetas o en los cineastas?
—Creo que es muy parecido, pero te diría que incluso entre los directores de banca hay mucho ego. No creo que sea una exclusiva del arte.
—¿Dónde están hoy los poetas?
—En este momento la poesía está muy viva. Me pasó algo sorprendente: cuando trataba con el equipo, el tema de la poesía siempre era un poco vergonzante. Hay como un miedo a parecer cursi si dices que te gusta la poesía. Pero luego resulta que a muchísima gente le interesaba e incluso escribe poesía.
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—Hablaba de ese «provocar la emoción»... ¿Qué le sigue provocando esa emoción a Jaime Chávarri?
—Cosas muy diversas, porque soy totalmente ecléctico: me encanta la literatura, la poesía es una de las cosas que más emoción me ha producido en la vida, aunque leo poquísima poesía y me he quedado en Gil de Biedma, o sea que no estoy nada al día; también la música, por supuesto, el cine y la vida, o sea, 100.000 cosas.
—Tiene en esta mesa del salón una docena de viejas películas del oeste desperdigadas, pero en la estantería le reserva un sitio de honor a 'Juego de Tronos' y 'House of Cards'...
—Siempre me gustaban las películas de aventuras y de romanos, y también Ingmar Bergman y Bresson. No tengo ningún género especialmente favorito.
—En esta vuelta al cine 17 años después, ¿qué ha encontrado diferente?
—No tantas cosas, la verdad... Que hay menos tiempo para rodar. Es lo único. En todo lo demás sigue habiendo gente estupenda y gente mala, buenos y malos profesionales...
—¿Y en qué ha cambiado usted?
—Nada, porque esto es como montar en bicicleta. Me interesa ahora lo que ya me interesaba, que es contar historias de personas. En mi caso, yo he hecho la película igual que lo hubiera hecho hace 17 años, solo que sabiendo un poquito más gracias a mis alumnos.
—En este tiempo también ha hecho teatro, ¿Qué le han enseñado las tablas?
—Me ha influido más el teatro en el cine que el cine en el teatro.
—¿Cómo ve el momento de la interpretación en España?
—Soberbia. Lo que me duele a veces es ver un teatro muy antiguo. Pero en cine me parece que hay unos actores de caerse de espaldas, algunos muy jóvenes.
—¿Queda algo de aquellos grandes actores que eran casi eruditos más que intérpretes?
—Fernando Fernán Gómez era un caso muy especial porque era una persona muy renacentista, abarcaba muchos palos. He trabajado con Fernando Rey, con Alfredo Mayo, con María Jesús Valdés, que era una señora maravillosa... Esa gente se había chupado todo el teatro español desde la posguerra hasta los años 50. Esa gente sabía mucho, pero eran, digamos, menos exuberantes que Fernán Gómez. Siempre ha habido gente del teatro a la que le daba miedo pasar al cine, y del cine que te dice que ellos nunca podrían hacer teatro. Y no es cuestión de eso. Es cuestión de fotogenia, y no me refiero a la belleza. En el caso del teatro es cuestión de presencia escénica, que tampoco me refiero a que sea buen actor. Hay gente que sale al escenario y no les ves. Y eso se tiene o no se tiene. Es injusto totalmente, pero es así.
—Por sus manos han pasado 30 cursos de la Escuela de Cine de Madrid, la ECAM... ¿Qué le interesa de los jóvenes directores?
—Pues es que hay un problema con todo lo actual. Y es que no tiene poso. Sigo viendo mucho cine, pero de las películas que te puedo hablar ya han pasado diez años desde que las vi. De las que he visto ayer, no sé, me pueden haber gustado mucho, pero no sé en 10 años si me van a gustar igual. No es una cuestión de calidad, es una cuestión de poso, de dejar que las cosas se desarrollen. Por eso es mucho más fácil hablar del cine o de la literatura clásicos, porque ya tienes una postura determinada, se crea un canon. Leo a un escritor francés actual que esté de moda porque le hayan dado el Nobel y me parece muy bien, pero no tengo una vida alrededor de ese libro. Y eso es fundamental para hacer un juicio de valor.
—Tiene que ver algo en eso de lo que habla que ahora el público vea tanto cine, escuche tanta música, lea tantas cosas que...
—¿Que lee tanto? ¡Ojalá!
—¿Influye eso en la forma de asimilar la cultura?
—Hay una cosa que me chocaba mucho cuando empecé a dar clase en la ECAM: un año los alumnos tenían todos adoración por un director concreto, digamos Wong Kar-wai, y en la generación siguiente, solo dos años después, nadie sabía quién era Kar-wai. Son modas. Hace no muchos años, por ejemplo, los alumnos eran incapaces de ver una película en blanco y negro, no lo aguantaban, y ahora no tienen problema en hacerlo. Creo que es porque ha sido una generación que ha descubierto el teatro. Todos los años yo les doy una lista de libros para escoger, y todos los años los alumnos de 20 a 25 años me eligen un Chéjov y un Shakespeare. Y eso me emociona.
Crítica de 'La manzana de oro': Vida y sarcasmo del mundillo poético
Oti Rodríguez MarchanteHay tanta frase aguda, tanta cita hermosa y tanta intensidad de letra que, a pesar de todo y tono, puede uno deleitarse en ella
—¿Habita la nostalgia en sus palabras?
—No, soy más bien melancólico. La nostalgia es pensar que el tiempo pasado fue mejor, y en eso no estoy de acuerdo. La melancolía es que el tiempo pasado, fuera mejor o no, era el tuyo. Y es otra sensación. No va a volver. Aunque fuera el franquismo. Era tu juventud y no va a volver.
—Ha dicho en alguna ocasión que antes se ponía en valor la imagen y ahora manda el diálogo. ¿Cómo encaja esto en la era de TikTok?
—Hoy hay una pereza intelectual con la imagen. Parece que si no lo dices, el público no se entera. Esto empezó con la publicidad y con el lenguaje del videoclip. Se metieron mucho con él, pero yo creo que hizo progresar el lenguaje.
—Precisamente...
—Sí... Por un lado, ha habido una democratización y por otro una vulgarización. Pero eso es inevitable.
—¿Hay que defender la alta cultura entonces?
—Yo creo que si te divierte, sí. Creo en la cultura nada más que en la medida en que la disfrutas. Es que queremos que los términos solamente tengan una acepción. Nosotros utilizamos el término 'elite'. Y el término 'elite', indudablemente, tiene un sentido peyorativo. Pero 'elite' también tiene un significado cojonudo. Tenemos un lenguaje tan pobre que las palabras no tienen eco. Queremos simplificar tanto que llega un momento en que lo que creamos es la ceremonia de la confusión en vez de la ceremonia de la claridad.
—¿Se hubiera imaginado hace años que la película más popular trate sobre una muñeca y que encime la pague la propia empresa de la muñeca?
—Lo que han hecho es convertir a esa muñeca en feminista. Yo siempre he querido hacer un ensayo sobre la política de la moda. Que es esto exactamente. O sea, es poner un tema serio de moda y jugar alrededor de él con elementos como el cine o la canción. Se frivoliza el tema y al mismo tiempo te genera la ilusión de estar haciendo algo práctico. El problema es que el feminismo es algo muy serio, y a veces lo utilizan como un paraguas sin que haya nada debajo, solo con la idea de que como es feminista ya funciona. Y no es eso.
—Coincidirá con Víctor Erice en cartelera después de tantos años...
—Me hace mucha ilusión, pero sé que tengo la batalla perdida. Lo admiro mucho, trabajé con él en 'El espíritu de la colmena' como director artístico... Estoy deseando ver la película.
—¿Qué le queda por hacer?
—Ah, no tengo ni idea.
—¿Qué le gustaría hacer?
—No, no. Yo soy un lector estupendo. Soy un espectador estupendo. Estoy estupendamente en mi casa. Tengo mis amigos... Me gusta mucho viajar. No tengo ningún problema.
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