Alauda Ruiz de Azúa: «En las chicas que querían ser monjas vi historias de quien había encontrado un amor incomparable»
La directora de 'Cinco lobitos' y 'Querer' regresa a San Sebastián con el relato de una niña de 17 años que siente la llamada de Dios y sueña con ser monja en un convento de clausura
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San Sebastián
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Iniciar sesiónImagine, desde el lugar más profundo de sus prejuicios, que el cine español estrena una película sobre una chica de Bilbao de 17 años que quiere ser monja de clausura. Piense, desde sus ideas más preconcebidas, cómo sería ese guion. Y, ahora, olvídelo. Alauda Ruiz de Azúa ... , ya consagrada tras 'Cinco lobitos' o 'Querer', estrena en el Festival de San Sebastián 'Los domingos', perfecto retrato de las complejidades de una chica que descubre un amor inconmensurable, una amor limpio y puro que le llama a la entrega en un convento de clausura; y piense en su padre, un empresario que ha llevado a sus tres hijas a un buen colegio religioso y que ve cómo la mayor no va a ir a la universidad, ni va a viajar por el mundo, ni le va a presentar a su novio porque se va a enclaustrar como novicia. Y piense en esa tía de la niña que actuó como madre (la progenitora murió), una gestora cultural «comprometida» y modernísima que no entiende cómo esa niña puede malgastar su juventud entre muros. Y, de nuevo, olvídelo, porque no hay respuesta más allá de la que cualquier padre pueda dar a una niña que toma una decisión radical.
-El guion nace de la historia que escuchó hace años de una chica muy joven que quería ser monja de clausura, ¿cómo ha evolucionado esa historia en su cabeza en este tiempo?
-Tenía unos 20 años cuando me contaron la historia [ahora cumple 47]. En ese momento me pareció muy misterioso el hecho de que alguien joven tome una decisión tan radical como la de encerrarse en una orden religiosa de clausura. Y me llamó mucho la atención el cisma que provocó en la familia. Pero es verdad que era un tema muy complejo y se quedó en esas historias que tienes en los bloc de notas de algo que te gustaría explorar, pero que no estás en el momento de hacerlo. Y así hasta que muchos años después, después de rodar 'Cinco lobitos', los productores me preguntaron si tenía alguna otra historia y les conté esto como una locura que me fascinaba aún. Ahora ya me veo más adulta y más fuerte para investigarlo, documentarme y entender el ángulo de la familia..
-El punto de partida no puede ser más inédito en el cine actual, ¿ha tenido que quitarse muchos prejuicios hasta encontrar la raíz del tema?
-Sabía que necesitaba documentarme para saber cómo es la gente joven de ahora y cómo se vive esto actualmente en las comunidades religiosas. Y claro, todos traemos ideas preconcebidas y sesgos, es inevitable. A mí me apasionó el ejercicio de intentar dejarlos a un lado. Pasa una cosa muy bonita cuando haces una película y te acercas así a la gente, y es que la mayoría te cuenta cosas íntimas porque, como no somos periodistas, saben que no se va a publicar. Desde mis ideas preconcebidas, me esperaba encontrar muchos relatos que tuvieran que ver con conceptos de ayuda, de compasión, de tu lugar en el mundo… y lo que me encontraba todo rato era gente que había encontrado un amor incomparable, una sensación de sentirse amada. Ahí sí que empezó a generarse la idea de hablar, por un lado, de este amor espiritual que sienten esas personas y, al mismo tiempo, contraponerlo al amor más terrenal y más imperfecto, que es el de la familia.
-¿Por eso no hay un mensaje unívoco y deja «hablar» a todas las partes?
-Es verdad que la película no intenta adoctrinar, pero no es una película tibia: sí que entra en las preguntas importantes e incómodas. Para mí hay dos puntos de vista muy fuertes: el de Maite y el de Ainara, la tía y la sobrina. Lo interesante era intentar defender todos sus argumentos buenos, malos, regulares, humanos, divinos, éticos, políticos… con muchísimo rigor. Si conectas con la película no será porque te vaya a dar la razón en lo que tú piensas, porque me imagino que cada cual escogerá bando, sino por la conexión con los dilemas que se plantean tanto familiares como emocionales, que son todos complejísimos. Qué haces con alguien de casi 18 años si está tomando un camino que a ti te parece una locura; y cómo se construye una vocación religiosa, de dónde viene esa llamada. Son preguntas muy complejas.
-¿Le interesaban más las preguntas correctas que las respuestas?
-Sí, no me interesaba dar un veredicto. Hay algo que como espectadora no me gusta y que como directora intento no hacer: dar la sensación de que se puede acertar en la vida, de que hay una elección correcta. La vida es más compleja. Hacemos apuestas sin saber qué va a pasar. Entonces en esta historia, como en otras que he hecho, la gente toma decisiones, intenta asumir las consecuencias y confía en que sea lo mejor. Eso es la vida adulta.
-'Los domingos' tienen también algo de retrato generacional…
-Me he visto en contacto con una generación que no conocía, porque yo me junto con los de mi quinta o veo a los de la edad de mi hijo, que tiene 9 años. Pero de repente estar en contacto con chavales de 18 años… Es una edad muy compleja: están empezando a sentirse adultos, a enfrentarse a cuestiones muy adultas, y sin embargo no tienen toda la experiencia vital que tiene una persona más adulta. Me parecía un momento súper vulnerable y los solemos tratar con una simpleza… En una etapa así, el vacío existencial que podemos sentir todos, se intensifica y multiplica. Claro que les interesa salir, divertirse, el sexo, los amigos, pero también está esa sensación de que están asomándose a un mundo adulto que puede ser muy complicado. De hecho, hay una cierta juventud que yo he visto que se están relacionando con la religión de otra manera. No lo tienen tan asociado a conceptos de culpa o de pecado como generaciones anteriores. Y de repente encuentran ahí una manera de estar en el mundo donde encuentran cierto consuelo.
-Su película al final habla de una joven que quiere encontrar su lugar en el mundo.
-Es una edad en la que todos nos preguntábamos ¿quiénes vamos a ser? ¿Dónde va a estar? ¿Quién voy a ser? Luego nos lo seguimos preguntando, pero en ese momento no te das una respuesta concreta. También habla de la necesidad de amar y de sentirse amado. A mí me gusta mucho decir que esta película habla del amor porque creo que si tienes suerte y no tienes que preocuparte por qué comer o dónde dormir, lo siguiente es: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Por quién? ¿Qué hago aquí? Y en el caso de estas chicas que tienen vocación religiosa, esa fuerza que las arrolla y las lleva a la comunidad religiosa tiene que ver con eso.
-En la película retrata a una familia burguesa, acomodada, con problemas como todo el mundo, para hablar de religión. El cine español se suele fijar más en ciertas problemáticas sociales. ¿Por qué ha sido ese acercamiento más a una familia más «convencional»?
-Es un ámbito que conozco, que me siento cómoda retratando. Siempre me ha interesado mucho el empeño que hacemos en mantener la familia biológica, que es algo que se nos da de forma azarosa, un empeño que no ponemos tanto en otras familias elegidas. Pero la familia tiene ese empeño de mantenerse a toda costa y dejamos de hablar cosas por mantener la paz familiar. En la familia de la película se ve muy bien todo lo que se calla para no generar un cisma. No sé por qué, pero en esas clases medias o altas lo he visto más y me ha apetecido retratarlo. Además, muchas de las historias que conocía de chicas que entraban en órdenes religiosas, venían de ámbitos socioeconómicos de este perfil y se habían educado en colegios religiosos privados.
-No sé si es más revolucionario utilizar la religión que el reguetón para retratar cierta juventud.
-Es gracioso porque esa música hace muchas alusiones a Dios y convive con muchísima naturalidad con lo religioso. Entonces era divertido hacer ese guiño [en la primera escena suena Quevedo], porque en el mundo actual está todo un poquito más mezclado, más diluido, como que hay otra relación de la gente joven con lo religioso. Igual nuestra generación estaba vinculada a lo ideológico, quizás ya no. Mi generación y alguna próxima heredó una educación más laica que relacionaba lo religioso con lo ideológico, con conceptos de culpa, de pecado, de mucha oscuridad. Ahora la gente más joven lo vive desde otro sitio, incluso aunque no sean creyentes. Por eso el tema de la tolerancia en la película también era interesante: los más jóvenes lo viven desde esa tolerancia, sin dramas, aunque no sean creyentes; sin embargo, la tía Maite, que viene de otra generación, lo vive de forma diferente.
-¿Qué perfil encontró entre las historias que conoció?
-En familias tradicionales y católicas, la decisión se vive como que si hubiese sido cualquier otra chica la que hubiera dicho de meterse a monja, se hubiera visto muy bien, pero no tu hija. Realmente es muy difícil ser tolerante al cien por cien. Las familias al principio lo percibían como un shock. También vi que muchas las chicas que conocí, de 17, 18, 19 años, tenían un perfil común: muy buenas estudiantes, brillantes, sensibles, con muchísimas inquietudes, muy idealistas. Pero precisamente por eso era muy difícil que pudieran disuadirlas. Porque había un muro muy interesante desde mi perspectiva de no creyente, que es el muro de la fe, de lo sobrenatural. Al final estás hablando con alguien que cree en algo que no está en este mundo terrenal. Y entonces siempre la conversación terminaba en un punto muerto, en el que primaba más lo que sentía la otra persona.
-Usted no es creyente. ¿Ha cambiado algo su perspectiva sobre estas jóvenes?
-Es muy difícil rebatir con argumentos intelectuales, éticos y políticos los sentimientos de alguien. Cuando eres muy joven, y todos lo hemos sido, puedes confundir cosas. Su sentimiento es real, de eso estoy convencida. Otra cosa es cómo lo traducimos. Sí he entendido que para mucha gente hay mucho consuelo en la fe y en la religión. Por eso pienso que a veces lo que nos mueve es esa necesidad de amor, y te puede llevar a sitios que no esperabas.
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-'Cinco lobitos' se estrenó en 2022, hace un suspiro. ¿Cómo ha vivido el maremoto de éxito de estos años, premio Goya incluido?
-Un maremoto es una buena definición… Todo ha pasado muy rápido. Siempre me acuerdo de que hasta hace cinco o seis años era una madre primeriza que llevaba muchísimo tiempo soñando con hacer cine y que pensaba que no iba a pasar. Cuando llevas 38 años pensando que nunca se iba a cumplir tu sueño y de repente pasa todo esto… pues todavía lo estoy colocando. Me siento en un lugar muy privilegiado, soy consciente de eso, de que tengo este privilegio de poder intentar levantar las historias que me interesan, de que puedo ir con proyectos a sitios y me escuchan. Intento aprovecharlo.
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SuscribetePeriodista. Jefe de sección de Cultura. Coordinador de ABC Play (Cine, series, TV). Máster ABC 2013
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