Bicharracas

Marine Le Pen es menos atractiva que los personajes televisivos de su órbita

Marine Le Pen EFE

Marine Le Pen tiene gatos . No un gato. Gatos. En plural. Al parecer, eso es algo que la humaniza, que la hace menos temible. No sé. Es verdad que a uno de sus gatos lo mató un dóberman de su padre. Con eso simpatiza ... cualquiera. No con que el perro mate al gato, con el pobre gato. Artémis, se llamaba.

En cualquier caso, la mitad de los franceses no considera a Marine Le Pen un peligro . El portavoz de Le Pen dijo a la prensa: «No hay un solo francés que piense que Marine Le Pen sea de extrema derecha, salvo quizás los que están en esta sala». Tiene razón. Lo que la prensa cuenta y lo que la gente cree no siempre van de la mano, pese a lo que Pablo Iglesias crea.

La irrupción, luego fallida, de Zemmour, ha ayudado a verla menos extremista. En todo caso, Marine Le Pen no es un personaje demasiado atractivo. Quiero decir como lo son, al menos al principio, los personajes televisivos que podrían estar en su órbita. Las series británicas son las que mejor han mostrado algunas malas pécoras. En ‘Years and Years’, de Russell T. Davies, uno de los geniecillos británicos junto a Sally Wainwright, Charlie Brooker o Phoebe Waller-Bridge, Emma Thomson era una de esas bicharracas. Una política que muchos llamarían de ultraderecha (los mismos que no llaman a nadie de ultraizquierda porque eso, como los unicornios, no existe).

A Emma Thomson, antes de ponerse manos a la obra con la cosa pública, la teníamos en un debate televisivo diciendo que le importaba una mierda lo que pasara en Palestina. Aunque daba más miedo la niña que quería ser transhumana, el pasaporte con prueba de aliento y el desastre económico y político general .

En una ficción menos conocida, que aquí vimos en StarzPlay, tenía Sarah Lancashire un papel secundario pero rotundo. La protagonista de ‘Last Tango in Halifax’, ‘Happy Valley’ o ‘Julia’, Dios la bendiga, hacía en ‘MotherFatherSon’ de una primera ministra rubia, gordezuela y populista aprovechándose de la democracia que nos hemos dado a este lado de la civilización.

Decía Freud que el tiempo pasado con gatos nunca era un desperdicio. Yo lo de los gatos no lo veo.

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