Un Gus Van Sant demasiado tierno para competir
Su película «Restless», que abrió ayer en el Festival de Cannesla sección «Une Certaine Regard»,no cuadra con la de este director crudo, extremado e implacable
Un Gus Van Sant demasiado tierno para competir
Era una jornada de festival a prueba de optimistas, y para ver lo bueno de la vida en cualquiera de las tres películas del programa principal había que estar o muy ciego o muy muerto. Una historia de amor terminal entre una pareja joven y ... que ella padece un cáncer sin solución; una chica extraña e incomprensible a la que someten a algunas vejaciones que procuraremos no contar al detalle; una enfermiza relación de odio entre madre e hijo que termina de un modo que también evitaremos contar… En fin, evitar era el verbo del día, pero el verlas fue inevitable.
La de mayor enjundia era «Restless», que la dirigía Gus Van Sant y tenía la misión de abrir la sección «Une Certaine Regard»… La pregunta era: ¿y cómo un santón como Sant que ha ganado la Palma de Oro ha sido relegado a una sección paralela? Y la respuesta estaba precisamente en «Restless», un melodrama «bonito» sobre una encantadora joven con un cáncer terminal que encuentra consuelo y chispa junto a otro joven también encantador, aunque aparentemente siniestro porque perdió a sus padres en un accidente de coche y él estuvo en coma algunos meses. Él es Henry Hooper, que tiene el lado bueno de la cara de su padre, Dennis Hooper, y ella, Mia Wasikowska, la última Alicia. En fin, la música, la primavera restallante, las acciones y los diálogos llenos de sonrisas y dientes blancos…, incluso la presencia de ese reconfortante «más allá» que encarna un estrafalario personaje fantasma llegado de Japón… Es una mirada bondadosa y falaz que no cuadra en absoluto con la de ese director crudo, extremado, implacable y tediosón que es Gus Van Sant.
Y en la competición pugnaron dos rarezas, la australiana «Sleeping beauty», una sórdida bella durmiente dirigida por Julia Leigh, escritora de éxito mundial que aterriza en el cine con esta película tan extravagante como tartamuda, y «We need to talk about Kevin», de la escocesa Lynne Ramsay, sobre el escabroso asunto del odio maternofilial.
La bella durmiente de Leigh es una joven, Lucy, que exprime el día en todo tipo de estudios y trabajos, que lo mismo friega un bar, que hace fotocopias en una oficina, que se prostituye como si tal cosa. Nada hay entendible en el personaje, ni lo que hace, ni por qué, ni sus amigos, ni sus enemigos… La historia, como no iba a ningún sitio, se tuerce por una esquina: la que le da título, y propone un jueguecito sucio en el que ella es la pasiva durmiente y los «activos» son una colección de fósiles decrépitos. Hay mucha piel, mucho encaje, mucho morbillo con afán de estilo, mucha pretensión, aunque, en realidad, lo único que hay es el esfuerzo supremo y el trabajo impagable de la actriz Emily Browning, que se presta, la pobre, incluso a una gastroscopia en directo y sin sedación.
La otra película, la de Lynne Ramsay, era justo la contraportada de la de Gus Van Sant (y no sólo de «Restless», sino también de «Elefant»), es decir, no era un melodrama «bonito», pero tenía en cambio tomate en cantidad. De hecho empezaba con la fiesta de la tomatina en Buñol, con esa actriz con cara de palo que es Tilda Swinton rebozándose entre cuerpos entomatados. El fundamento de «Tenemos que hablar de Kevin» es la autopsia de una relación que nace muerta entre madre e hijo, desde la cuna, o antes, hasta el penal… El modo de contar la historia de Ramsey, desmenuzándola, mezclando principios con fines, le aporta cierta sustancia a la intriga y permite que el espectador vaya afirmándose en su idea de que el niño es un hijo de su madre en estado puro. Y al depositar el punto de vista de la historia en la madre, también permite un giro al pensamiento: tal vez lo que vemos es producto de su histeria. El contrapunto lo da el personaje del padre, John C. Reilly, por cuyos ojos a veces tenemos otra impresión más confusa, equívoca. En fin, que entre estos dos grandes actores, Tilda Swinton y John C. Reilly, el que realmente se lleva el gato al agua (y lo ahoga allí sin cambiar el gesto) es el joven Ezra Miller, que hace la misma labor en pro de la paternidad que un preservativo.
Noticias relacionadas
- Gus Van Sant se pone melodramático en Cannes
- Sorprendente Woody Allen, fascinante París
- «Esto es París a través de mis ojos»
- Gran Woody Allen para inaugurar Cannes
- Woody Allen: «No me gustaría volver a ningún otro tiempo pasado»
- Pedro Almodóvar, a dejarse la piel en el Festival de Cannes
- Cómo no perderse en el Festival de Cannes
- Almodóvar en Cannes: ¿a la cuarta irá la vencida?
- Bertolucci recibirá la Palma de Oro de Honor del Festival de Cannes
Ver comentarios