mar de fondo

Estado fallido no, sanchismo fallado

El escorpión no puede evitar su naturaleza, como en la fábula de la rana y el río, y vuelve al oportunismo

Gobierno de vergüenza

A otro Perro (Sanxe) con ese hueso

El sanchismo, con Sánchez a los mandos, ha tardado demasiados días en asumir la realidad: una tragedia de esta dimensión no admite el maniobrerismo oportunista, marca de la casa, para sacarle la máxima rentabilidad política. Al final, demasiado sufrimiento después, parecen haberlo entendido y ... han buscado rehacer su imagen con el paquete de ayudas de diez mil millones. Hasta ahora, mientras la Generalitat naufragaba sin alcanzar a gestionar una catástrofe por demás formidable, desde Moncloa habían actuado con cálculos descaradamente tacticistas. Era indisimulable que pretendían dejar a Mazón cocerse en el barro, mientras especulaban con las medidas de emergencia y la reclamación de fondos europeos o los recursos de la OTAN. Incluso al Jefe del Estado Mayor lo han apartado de mala manera para dar el control al mando de la UME de confianza de la ministra, teniente general por la vía rápida saltándose promoción y media en el escalafón. Es su nuevo Fernando Simón, si no pincha antes. Y ahí estaba Sánchez diciendo «si necesitan ayuda, que la pidan», con la displicencia de María Antonieta con aquello de los brioches al ser informada del pueblo hambriento a las puertas de palacio, salvo por el detalle de que Sánchez sí dijo lo que dijo, y lo de María Antonieta es una caricatura satírica de Alphonse Karr.

Inevitablemente durante algunos días cundió la desmoralizadora sensación de Estado fallido en España bajo el clima de angustia y dolor. Pero no es un Estado fallido, aunque sí ha fallado, sin estar a la altura de la ciudadanía cuando ya llevaba muchas horas hundida en el barro mientras veía el espectáculo infame del tacticismo político con la emergencia. «Este es nuestro momento», escribía una ministra en su reunión de la DANA… y no pudieron borrarlo a tiempo en las redes. Ayer Felipe González recordaba una vieja idea 'bismarckiana': España es indestructible, puesto que no logran destruirla ni los propios españoles, por más que se empeñan generación tras generación. No obstante, en este drama doloroso afloraban dos señales muy alentadoras antes de que Sánchez tirara ayer de las arcas públicas para comprar un blanqueo de su imagen, eso sí, con el mezquino mensaje de que el Congreso debe aprobarle sus Presupuestos. Es indecoroso plantearlo como chantaje, y además falso, como acreditan los miles de millones comprometidos con Cataluña, pero el escorpión no puede evitar su naturaleza, como en la fábula de la rana y el río, y vuelve al oportunismo para hacer caja con la trágica calamidad. Lejos de eso, las señales alentadoras se han visto en una sociedad civil vigorosa, con la emocionante respuesta de gente desde toda España, y un jefe del Estado con madera de líder que supo estar con entereza junto a las víctimas llenas de rabia. Esto no es un Estado fallido, sólo un Gobierno abocado a acabar mal desde que unió su suerte a los partidos que más odian a España y su orden constitucional.

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