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pincho de tortilla y caña

Sonrisas amargas

La vara con la que mediremos éxitos o fracasos no será la mejoría de resultados, si se produce, sino la aproximación al sueño que acariciaban

Del negro al rosa (17/5/23)

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Luis Herrero

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Cuando sueño y expectativa significan lo mismo se convierten en la unidad de medida de la felicidad del hombre. Solo o en compañía de otros, el ser humano es tanto más feliz cuanto más se aproxima a la consecución de sus objetivos. Hay una obra de teatro de J. B. Priestley, 'El tiempo y los Conway' ... , que lo ejemplifica especialmente bien. En el primer acto, durante una fiesta de disfraces, varios hermanos van confesando en voz alta cuáles son sus ambiciones vitales. Son jóvenes, están pletóricos, y ninguno duda de que logrará hacerlas realidad. La genialidad de Priestley le lleva a romper la lógica del tiempo y coloca en el segundo acto lo que deberíamos ver en el tercero: al final de sus vidas, casi todos los personajes se han quedado a mitad de camino y ninguno ha logrado llegar a obtener todo lo que anhelaba. Por eso es tan demoledor el tercer acto, que nos devuelve al momento temporal en el que se desarrolla la acción del primero. Los espectadores ya saben que los sueños que acarician los jóvenes en la charada familiar no llegarán a cumplirse y las hermosas frases con las que encaran un futuro desconocido lleno de luces se convierten en tristes obituarios de lo que nunca sucederá.

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