COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Vuelve a casa, vuelve
La imagen romántica del que retorna al hogar es poderosa y nos recuerda siempre al turrón de la Navidad
DICEN que uno siempre termina regresando a los lugares donde fue feliz, porque no es lo mismo ir que volver, ya lo sabe. Y la gente vuelve, a casa. El dato es clarificador: mil quinientos andaluces vuelven a su tierra cada mes y no solo ... porque sientan la nostalgia del pasado, sino porque, por fin, sienten la llamada del futuro, sienten que hay presente, y vuelven para trabajar, para emprender, para afianzar las raíces en una tierra acostumbrada a la emigración, acostumbrada a la vieja imagen del emigrante con la maleta de cuadros, rumbo a Madrid, a Barcelona, a Alemania. Acostumbrada a que los jóvenes soñaran con marcharse de aquí a buscarse la vida «donde sea».
El crecimiento económico de nuestra Comunidad –por encima de la media nacional- y una vida menos estresante y de más calidad son motivos, más que suficientes, para que el retorno se haya convertido en una tendencia en alza y, según parece, algo que ha venido para quedarse, también. Las cifras de desempleados, las más bajas desde 2007, demuestran que esto no ha hecho más que empezar y que hay más oportunidades laborales en provincias como Sevilla y Málaga que en las grandes capitales. Las oportunidades que brinda el teletrabajo han permitido que muchos andaluces, emigrados a ciudades como Madrid o Barcelona, puedan ejercer sus funciones a distancia, en cualquier lugar, en casa. Porque a los andaluces de hoy nos sigue pesando el vínculo familiar y personal, igual que a los de ayer, que seguían teniendo señalados en el almanaque las fechas de la feria, de la romería de su pueblo. Ahora vuelven de otra manera, unos a cuidar de los padres, otros a criar a sus hijos bajo el mismo sol de la infancia y los mismos días azules en los que ellos mismos crecieron.
Sin embargo, no hay que lanzar las campanas al vuelo porque desgraciadamente, y aunque en las estadísticas el saldo sea positivo, entre los que vuelven y los que se van sigue habiendo una emigración elevada en la Andalucía más rural, la de los desiertos profesionales y económicos. Y también en la Andalucía de los jóvenes híper preparados que buscan, fuera de España, mejores oportunidades. Es el eterno bucle andaluz: el retorno de muchos no alivia la fuga de otros. El discurso de la Andalucía que avanza y que recibe entre abrazos a los que vuelven, tropieza con una evidencia incómoda: el retorno no es siempre sinónimo de desarrollo, sino de refugio. Muchos vuelven porque el teletrabajo se lo permite, no porque aquí se les ofrezca un puesto de trabajo; otros vuelven para disfrutar de una merecida jubilación, y muchos porque la nostalgia les ocupa demasiado sitio en la mochila.
La imagen romántica del que retorna al hogar es poderosa, mítica y nos recuerda siempre al turrón de la Navidad. Pero si detrás de esta imagen no hay una política de desarrollo real, inversión en educación, ciencia e industria, ese retorno no será más que un espejismo. Andalucía recibe con los brazos abiertos a los que vuelven, pero tiene que cuidar a los que se quedan, para que no terminen marchándose.
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