El pacto de los desahogados
Dentro de nada, la gente no distinguirá entre PSOE y Podemos. Y ante ese panorama, el consumidor -o el votante- prefiere el original a la copia
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Iniciar sesiónEsto no es un pacto, oiga. Esto es un reparto en toda regla, que no es lo mismo. Una cosa es pactar un programa de gobierno tras una negociación prolija que encaje el máximo de piezas en el rompecabezas de una coalición seria, y otra ... muy distinta llegar al poder para repartírselo. Que es lo que ha sucedido. A los dos días de haberse dado un revolcón en las elecciones, Pedro y Pablo anunciaron este reparto para que no se les echaran encima los disidentes de sus respectivos partidos. Una duda metafísica y metapolítica asaltó al cronista, ingenuo de nacimiento, cuando vio a Iglesias abrazándose a Sánchez como un boxeador sonado: ¿en qué asambleas se aprobó semejante decisión, crucial para el presente y el futuro de Podemos? ¿Ya no deciden esas cosas en las plazas de los pueblos, en los barrios de la grandes ciudades, con debates callejeros abiertos a todos y a todas, con los yayoflautas alzando la voz para recordar que esto ni es democracia ni es nada?
Nunca han tenido tanto poder en un partido los líderes antiguos que eran -permítase la carcajada amarga de Quevedo- los representantes de la casta. Al eliminar los órganos intermedios, Pedro y Pablo se han hecho los amos de sus respectivos partidos, apoyados por una masa gelatinosa que les ha entregado el poder absoluto al antiguo estilo. Así les resulta más fácil decidir el reparto que están llevando a cabo con un descaro que va más allá del desahogo. Sin cortarse un pelo de la coleta. Sin atender a las necesidades de España. El Gobierno es algo que está ahí a su servicio para que puedan colocarse todos los que están en la pomada. Si hay que establecer cuatro vicepresidencias, pues cuatro. Si hacen falta cinco, pues premio para el caballero. ¿Seis ha dicho usted? Si es por el bien común, ya pueden prepararlas.
De camino, Sánchez se la ha metido a Iglesias hasta donde pone Toledo. Cuantas más vicepresidencias, más desleído se queda el papel de quien quería asaltar el cielo y se ha conformado con mudarse a un chalé. El abrazo del Coleta ya tiene respuesta en el abrazo del oso que el PSOE le va a endiñar a Podemos. Es pura estrategia política. Parece mentira que los redichos y sabihondos líderes podemitas no se den cuenta de qué va esto. Dentro de nada, por no decir ya, la gente no distinguirá entre PSOE y Podemos. Las fronteras de la casta se han disuelto. Ya todos son iguales. Y ante ese panorama, el consumidor -o el votante- prefiere el original a la copia.
Estos desahogados se están repartiendo el Estado como los yintoneros que invitan a los colegas en una barra libre. Siempre paga otro, que en este caso somos nosotros. Los desahogados piden más vicepresidencias como si fueran mojitos, más ministerios con cola de secretarios de Estado y esas cosas, más organismos on the rock’s. ¡Niño, llena esto de direcciones generales con ginebra, que tenemos que colocarnos! La cuenta engorda, pero no hay problema. Nos subirán los impuestos para pagarla, y al que rechiste le dirán facha. Nuestro dinero les servirá para hacer su propaganda mediante el reparto de prebendas. Es la historia repetida hasta la saciedad limitada que han montado los que no se hartan de hartarse, los desahogados que nos ahogarán en la ruina, pero eso les importa un comino. Con hielo y limón, por favor.
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