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El pacto de los desahogados

Dentro de nada, la gente no distinguirá entre PSOE y Podemos. Y ante ese panorama, el consumidor -o el votante- prefiere el original a la copia

Francisco Robles

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Esto no es un pacto, oiga. Esto es un reparto en toda regla, que no es lo mismo. Una cosa es pactar un programa de gobierno tras una negociación prolija que encaje el máximo de piezas en el rompecabezas de una coalición seria, y otra ... muy distinta llegar al poder para repartírselo. Que es lo que ha sucedido. A los dos días de haberse dado un revolcón en las elecciones, Pedro y Pablo anunciaron este reparto para que no se les echaran encima los disidentes de sus respectivos partidos. Una duda metafísica y metapolítica asaltó al cronista, ingenuo de nacimiento, cuando vio a Iglesias abrazándose a Sánchez como un boxeador sonado: ¿en qué asambleas se aprobó semejante decisión, crucial para el presente y el futuro de Podemos? ¿Ya no deciden esas cosas en las plazas de los pueblos, en los barrios de la grandes ciudades, con debates callejeros abiertos a todos y a todas, con los yayoflautas alzando la voz para recordar que esto ni es democracia ni es nada?

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