Cardo máximo
Puentes
Cambia la denominación del ministerio, pero no la actitud displicente con que el Gobierno trata a Sevilla
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Iniciar sesiónAlgún día los historiadores desvelarán las razones por las que a Sevilla le cuesta tanto hacer oír sus argumentos en Madrid, que es donde se siguen tomando las decisiones de importancia estratégica con Franco vivo y con Franco muerto, con el PSOE y con el ... PP, con la Junta de Andalucía o sin el Ejecutivo autonómico. Nada ha cambiado desde los tiempos en que lo que entonces se llamaban las «fuerzas vivas» de la ciudad clamaban por el canal Sevilla-Bonanza que en el Ministerio de Obras Públicas no querían ver ni en pintura. Pero esa fue la tónica durante todo el siglo XX y se prolonga en las dos primeras décadas del corriente: las grandes obras de defensa hidráulica sólo se pusieron en marcha tras la catástrofe del Tamarguillo; las cortas del río se acometieron con décadas de retraso sobre los proyectos presentados; el Metro hubo que arrancárselo a tirones al Gobierno central pese a estar en vigor una ley nunca derogada; la ronda de circunvalación, el levantamiento del llamado «dogal ferroviario» y los puentes sobre el Guadalquivir hubieron de esperar a la operación de Estado de la Expo92 y, en general, todo lo que necesita Sevilla tarda lustros en materializarse y, cuando llega, lo hace con sensibles recortes sobre lo que se ideó primeramente.
La historia del túnel bajo el río para cerrar la SE-40 no iba a ser distinta: cambia la denominación del ministerio, pero no la actitud displicente con que el Gobierno trata a Sevilla. La relación de la ciudad con el ministerio inversor por excelencia a cuenta del río ha sido tumultuosa siempre. El Ministerio de Obras Públicas tardó doce años en tender el puente del Generalísimo, hoy de Los Remedios. El MOP se planteó sustituir el de Isabel II que le da carácter a Triana por un vulgar paso de hormigón pretensado a comienzos de los años 70 del pasado siglo. Menos de dos décadas después, vuelta a las andadas: el MOPU racaneó con el proyecto de Santiago Calatrava, concebido como un doble paso sobre el Guadalquivir y su dársena que sirviera de telón de fondo a la isla de los milagros de la Exposición Universal para sustituirlo por un anodino puente de carretera sin nada de relevancia para construir paisaje.
Con los túneles de la circunvalación exterior vamos camino de hacer cumbre en el reiterado desprecio a la ciudad y a sus necesidades. Nada de lo anterior puede hacerle sombra a los 130 millones de euros tirados a la basura con el proyecto de los túneles y la máquina fabricada expresamente para horadar el subsuelo que no se va a utilizar. Nos colarán los puentes por la misma razón por la que lo rechazaron antes. Porque Sevilla es incapaz de cruzar el único puente que de verdad importa: el de la influencia y el peso político donde se toman las decisiones.
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