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Cardo máximo

Puentes

Cambia la denominación del ministerio, pero no la actitud displicente con que el Gobierno trata a Sevilla

Javier Rubio

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Algún día los historiadores desvelarán las razones por las que a Sevilla le cuesta tanto hacer oír sus argumentos en Madrid, que es donde se siguen tomando las decisiones de importancia estratégica con Franco vivo y con Franco muerto, con el PSOE y con el ... PP, con la Junta de Andalucía o sin el Ejecutivo autonómico. Nada ha cambiado desde los tiempos en que lo que entonces se llamaban las «fuerzas vivas» de la ciudad clamaban por el canal Sevilla-Bonanza que en el Ministerio de Obras Públicas no querían ver ni en pintura. Pero esa fue la tónica durante todo el siglo XX y se prolonga en las dos primeras décadas del corriente: las grandes obras de defensa hidráulica sólo se pusieron en marcha tras la catástrofe del Tamarguillo; las cortas del río se acometieron con décadas de retraso sobre los proyectos presentados; el Metro hubo que arrancárselo a tirones al Gobierno central pese a estar en vigor una ley nunca derogada; la ronda de circunvalación, el levantamiento del llamado «dogal ferroviario» y los puentes sobre el Guadalquivir hubieron de esperar a la operación de Estado de la Expo92 y, en general, todo lo que necesita Sevilla tarda lustros en materializarse y, cuando llega, lo hace con sensibles recortes sobre lo que se ideó primeramente.

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