Mujeres

Hoy es el día de esas mujeres que ya no están, pero que siguen presentes en los cimientos del país que dejaron como un legado de amor, no de odio

Nació en 1927, el año en que los poetas vinieron a Sevilla para rendirle culto a Góngora. Vio la luz en una casa palacio de Juan de Oviedo, con la gemoetría del Barroco en el patio rodeado de columnas de mármol, de arcos de medio ... punto, de familias hacinadas que con su renta minimalista le salvaban los muebles al propietario que abandonó la finca porque no podía sostenerla. La herencia del Antiguo Régimen es lo que tenía, que los nobles no podían mancharse las manos con lo único que no las ensucia: el trabajo. A los nueve años, la edad de la niña del Poema de Mío Cid que persuade al héroe para que se marche, se quedó sin madre. Se hizo cargo del padre y de sus tres hermanos mayores. Todos varones. Desde entonces no hizo otra cosa que trabajar.

Vivió los años del horror y la tristeza, de la guerra y la posguerra, en aquella casa de vecinos donde la risa vencía a la pobreza, donde siempre había un caldo o un trozo de pan para quien no lo tuviera. Aprendió la solidaridad sin necesidad de hacer un máster impartido por un vendedor de humo. Leía los libros que le iba abriendo la vida, escuchaba la música de su existencia en las coplas de la radio de cretona que coreaban las vecinas en las mañanas frías de lebrillo y jabón, en la verdina húmeda del lavadero que la dejó dañada en los huesos y las articulaciones. Se enamoró una noche de Feria de Abril, tuvo cuatro hijos. Se le murió el primero cuando apenas se había acostumbrado a sus brazos de madre. Aquel dolor -uno más entre todos los que poblaron su nombre- la dejó marcada por dentro, y solo en la vejez fue capaz de expresarlo. Una vez. Solo una vez.

Estiraba el dinero y la comida hasta el extremo de bordar el arroz con un puñadito de gambas, o de hacer una tortilla de papas como nadie la ha hecho, como nadie la hará en este mundo. Alguna vez nos callaremos en un día como este, dejaremos las tonterías y las consignas, y nos dedicaremos a honrar a aquellas mujeres que salvaron a España del abismo, que ponían puntos de sutura en las llagas del rencor. Zurcían la memoria con cicatrices que otros se han encargado de reabrir. Al final se saldrán otra vez con la suya, que es la nuestra. Porque esa Transición que tanto alabaron en el mundo es obra suya, de sus hijos criados en la responsabilidad y los afectos, en la disciplina y la excelencia, en los libros de texto que eran sagrados a la hora de comprarlos y de conservarlos.

Hoy es el día de esas mujeres que ya no están, pero que siguen presentes en los cimientos del país que dejaron como un legado de amor, no de odio. Sufrieron el machismo que se encontraron al llegar, mas sentaron las bases de una igualdad que quieren negar los unos y los otros, los que la ven como una amenaza para la dominación tradicional del varón sobre la mujer, y los que quieren hacer de este asunto el sustituto necesario para la ideología que sucumbió cuando se le vieron las costras bajo el muro de Berlín.

Hoy es el día de esas mujeres que hicieron posible la nostalgia que endulza los recuerdos cuando las traemos a la médula de la memoria que nos sostiene. Hoy es el día de aquella mujer que me enseñó las tres o cuatro cosas más importantes de la vida sin necesidad de libros ni teoremas. Con su ejemplo. Con su vida. Hoy es el día de mi madre. Y de la tuya, que me lees gracias a ellas.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Bienal
Dos años por 19,99€
220€ 19,99€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
3 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 3 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios