PÁSALO
Simone Biles
Espero que te hayas recuperado de la pájara que te dio viendo una etapa pirenaica del tour
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Iniciar sesiónTú, a quien las pájaras desmadejan en el sofá viendo el tour y que casi te ahogas en la ducha, fuiste de los primeros en saltar a las redes para esparcir el veneno despiadado de los ignorantes, como un inquisidor de mojones, depredando el nombre ... de Simone Biles. La empanaste en mierda por lo que tú mismo eres incapaz de hacer soñando o hasta la boina de pastillitas, cuando lo más agónico que has soportado tu capacidad de esfuerzo es darte la vuelta en la cama sin que se te suban los gemelos. Eres un incapaz para todo. Menos para destilar odio, rencor y mala leche por bidones. Acusaste a la gimnasta de ser una pringá, de no tener lo que hay que tener y de rendirse a la primera, abandonando su obligación a pelear hasta el final, como si la chica fuera el sargento indestructible de la Colina de las Hamburguesas. Y seguramente ese día te sentiste muy satisfecho. Con derecho a medalla e himno. Absolutamente orgulloso del cieno de tu sangre y de la osada ignorancia que te domina, doctorado ese que te faculta no ya para opinar, también para ensuciar, maldecir, insultar y destruir el buen nombre de una persona que está muy por encima de tus posibilidades de entendimiento.
En los pódiums olímpicos no se sube la gente como tú, plusmarquista del ocio y finalista siempre de cualquier carrera que vaya del kiosko al parque cargadito de litronas. En los pódiums olímpicos se suben seres especiales, personas con una capacidad de esfuerzo, sacrificio, poder mental y autoexigencia que los convierten en héroes de nuestros tiempos. Ahí arriba llega el que ha demostrado tener agallas, inteligencia, frialdad, dominio de sus emociones y una máquina perfecta en su cuerpo para ser el más rápido, llegar más alto y más lejos. El abandono de Simone por estrés mental es el pinchazo humano de una notabilísima campeona. Los héroes y las heroínas también se desinflan. Y eso las hacen tan humanas como admirables. Tú, en cambio, príncipe de las mareas, llevas desinflado desde que naciste, acampado en el sofá del salón que has enmoquetado con mugrientas cajas de pizzas y colonizando sarpullido por inactividad debajo de una camiseta donde, en inglés, pone algo alusivo a cambiar el mundo, cuando no te cambias ni de ropa…
Las horas largas, interminables, durísimas, sacrificadas y exigentes que suma cualquier atleta que vaya a unas olimpiadas, se quedan en la letra pequeña del relato que nos ofrece la inmediatez de la comunicación. Esa larga, tediosa y repetitiva mecánica preparatoria no la vemos, no nos llega, se queda sin cantor y sin poesía, sin música y sin letra. En ese tiempo de preparación los sueños y los miedos se encadenan, los vómitos en los vestuarios por el esfuerzo agónico se suceden y la marca exigible para llegar a lo máximo en tu especialidad es como la luz tenue de una lámpara maravillosa que, a veces, la ves y otras desaparece en una oscuridad frustrante. A Simone Biles le debemos la medalla de la honradez y la del valor a declararse humana, pese a ser un ángel de otra galaxia que pronto volverá a deslumbrarnos. A ti, lengua sucia, te deseo lo mejor y espero que te hayas recuperado de la pájara que te dio en el sofá viendo una etapa pirenaica del tour…
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