QUEMAR LOS DÍAS
Mejor imposible
Vivir al día se ha convertido en la única hoja de ruta razonable
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEra finales de 2020, y en aquel momento —iluso de mí— debí pensar que estábamos ya en los estertores de la pandemia. Por eso decidí comprar aquella camiseta en la que se leía «2020. Written by Stephen King». No podía ni imaginar que, vista desde ... el ángulo de 2022, la inscripción resultaría totalmente ingenua.
Lo chungo empezó aquel año, pero el último de la trilogía promete ser de traca. El otro día bajaba en coche al trabajo bien temprano. Fue, creo, el peor día de la calima. Tenía puesto a toda pastilla el Siamese Dream de los Smashing Pumpkins. Afuera, los escasos viandantes se enfrentaban a los rigores de la lluvia, que era puro barro. Y de repente tuve una epifanía: las distopías han dejado de tener sentido. Porque ya habitamos en una.
Está llegando un momento en que necesito leer menos información. Todo lo que está sucediendo en Ucrania me llena de una angustia que empiezo a no saber gestionar. Hace unos días, por ejemplo, corrió el bulo de que un asteroide letal iba a chocar contra la Tierra el día 6 de mayo. No sólo me lo creí, sino que además no me resultó nada descabellado. Después de la concentración de desdichas que llevamos padeciendo en estos últimos años, nuestro nivel de tolerancia a las malas noticias se ha vuelto tan generoso que estoy convencido de que ahora mismo llegaría a aceptar con total mansedumbre la llegada a nuestro mundo de extraterrestres. E incluso, si me apuran, pediría marcharme con ellos.
Como defensa frente a tanta inquietud e incertidumbre, me resguardo en lo próximo e inmediato: no fijarme grandes planes, huir del largoplacismo. Puede resultar insensato, pero vivir al día, como el animal cuya única meta en la jornada es procurarse alimento, me parece la única hoja de ruta razonable como proyecto vital. Y la que nos produce, además, más alegrías. El otro día, sin ir más lejos, llevé mi coche a pasar la ITV. Desde hace más de una década, no hay año en que no me lo echen para atrás por los dichosos gases. Era uno de los días de polvo subsahariano. Al meter la mano en la guantera de la puerta del copiloto, donde guardo los papeles, comprobé que mi hija había depositado un pastel de chocolate a medio comer, manchando los papeles y mis manos. Un preludio fantástico, me dije, para lo que estaba por venir. Sin embargo, por primera vez, insólitamente, el coche pasó la ITV sin ninguna objeción. Simplemente, no me lo creía. El mundo se estaba acabando, pero a mi coche le daban un año más de vida. Con tanta alegría, no me di cuenta de que el chocolate había manchado mi camisa y también la corbata. Supongo que el cliente al que fui a ver se percató al instante. ¿Qué tal todo?, preguntó. Pude acordarme de Putin, de la amenaza de la nueva ola, del terremoto de Japón, de la huelga de transportistas, de la puñetera de mi hija. Sin embargo, contesté completamente convencido. Muy bien, le dije. Mejor imposible.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete