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EL RECUADRO

Bajar de la luna

Con su falta de aplomo y sus desasosegantes balbuceos, Duque provocó una mezcla de lástima y de bochorno ajeno

Ignacio Camacho

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Fue patético. A Pedro Duque nadie debió de explicarle cuando aceptó el Ministerio -aunque él sí debió imaginarlo- que esta clase de aprietos iban en el sueldo y que en la batalla política hace mucho tiempo que no se toman prisioneros. Su comparecencia produjo una ... mezcla de lástima y de bochorno ajeno: esa inseguridad apocada, esa falta de aplomo, esos angustiosos balbuceos proyectaban la viva imagen de un hombre abrumado, fuera de su medio, aturdido por su propio desasosiego. Es probable que le beneficiase ante la opinión pública ese aire de gatito indefenso ante una rehala de perros, incapaz de explicarse, indeciso, perplejo y como confundido en su buena fe de outsider inexperto. Pero la realidad es que quien estaba tratando de explicar un posible caso de elusión de impuestos ya no era el célebre astronauta cargado de horas de vuelo sino un miembro del Gobierno. El cuarto que se ve en apuros de esta clase tras haber dimitido los dos primeros, y uno de los pocos que había permanecido hasta ahora lejos de la línea de fuego en que este Gabinete se abrasa a velocidad de vértigo.

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