TRIBUNA ABIERTA
'El agua entre las piedras', la memoria lírica de Víctor Jiménez
Toda la obra de Víctor Jiménez está transida de un aire meditativo y levemente elegíaco que conecta con la andadura y el ritmo sosegado de Cernuda
Toda la tradición lírica de Occidente se sustenta en la potencia del nombrar poético como instrumento de la memoria, en la verdad de la palabra que fija la experiencia vivida, la somete a un íntimo proceso de clarificación y la salva para siempre de la ... acción destructora del tiempo. Horacio alardeaba en una de sus odas de haber levantado con sus versos un monumento más durable que el bronce y que la piedra. Petrarca con su 'Canzoniere' aspiraba a hacer inmortal su vida amorosa con madonna Laura. Bécquer luchaba contra el lenguaje para convertir su himno interior más solemne y secreto en modestas «cadencias que el aire dilata en la sombra», cadencias que no eran sino palabras capaces de liberar las cosas vividas, al igual que los místicos, del dominio de lo inefable. Y ya en nuestro tiempo, el genio de Moguer reclamaba con urgencia la palabra exacta capaz de recrear el mundo, labor esencial de todo verdadero poeta. Todos buscarán en los arcones de la memoria el aliento que convierta la vida en poesía, la experiencia en lenguaje, las cosas en palabras. Pero ha de ser siempre, como dijo también el autor de las 'Rimas', una «memoria viva» y no apagada de aquello que se ha sentido (ya que «cuando siento no escribo»), una indagación interior en la que la palabra no será la simple envoltura de lo vivido sino un factor esencial en el alumbramiento del poema, un foco que ilumina y da cuerpo poético a la experiencia individual del poeta.
Acaba de ver la luz, en la editorial granadina Valparaíso y con el título de 'El agua entre las piedras', una antología de poemas informada por esa misma función angular de la memoria en el rescate del tiempo vivido. Su autor, el poeta sevillano Víctor Jiménez, una de las voces líricas más sustantivas del momento presente. A él corresponde la autoría pero no la selección de sus propios textos, que corre a cargo de Juan Lamillar, otro de los nombres más señeros de nuestra actual poesía, quien en una atípica distribución de funciones ha asumido también el análisis crítico que precede a este revelador recorrido por la escritura del amigo y compañero en la aventura poética. Un recorrido que nos desvela la versatilidad temática, la rica competencia métrica y la posesión de un lenguaje propio y diferenciado, rasgos de la personalidad de Víctor Jiménez que insertan su trayectoria en la mejor tradición lírica de nuestra ciudad y lo consagran como una valiosa muestra de la vigencia de esa línea histórica que ha hecho de Sevilla un referente secular de excelencia poética.
En el curso de esa diacronía que el fino olfato poético de Juan Lamillar contribuye a revelarnos con perfiles nítidos, hay un factor que enlaza los sucesivos libros presentes en 'El agua entre las piedras' - desde los ya sorprendentemente maduros sonetos juveniles de 'La singladura' (1984-85) a las lúcidas soleares de 'Con todas las de perder' (2019) y al aire neopopularista de 'Cuando eran una vida los veranos' ( 2022- y realza su unidad esencial por encima de sus variedades métricas y estilísticas. Ese factor no es otro que la reiterada indagación en el trasfondo más íntimo del poeta y el refugio en el poder sanador de la memoria como antídoto contra los estragos del tiempo. Toda la obra de Víctor Jiménez está transida de un aire meditativo y levemente elegíaco que conecta con la andadura y el ritmo sosegado de Cernuda, y antes, con el son elegante y contenido de los grandes líricos sevillanos del Barroco, aquéllos que despertaron la admiración del autor de 'Ocnos' y determinaron en buena medida los perfiles de su sintaxis poética. No hay en esa sintonía de Víctor Jiménez con aquel pasado literario ninguna forma de mimetismo, sino una conexión espiritual con un lenguaje de signo culto y alto vuelo estético que el poeta sabe trasvasar a los usos de hoy con sorprendente naturalidad y un tono de conversación urbana y distendida que canaliza el estado de quien, al igual que aquellos autores de entonces, mira el pasado con ojos desengañados : «Está la casa fría y desolada / también de soledad, como si todo / hubiera sido sombra y desengaños. / Y no sé qué te enturbia la mirada / para ver hoy la vida de este modo. / Será el pesar que llega con los años».
Esta casa del barrio de San Bernardo, en la que el poeta nació y vivió su infancia, trae recuerdos del famoso soneto quevedesco («Entré en mi casa ; vi que, amancillada,/ de anciana habitación era despojos…») y es la gran metáfora que resume el sentido último de toda la trayectoria poética de Víctor Jiménez, su marcado vitalismo y al tiempo una mirada elegantemente elegíaca y un lenguaje presidido por el decoro y la dignidad expresiva de alguien que ha sabido mirarse en el espejo de los clásicos. En la limpia claridad del agua entre las piedras.
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