puntadas sin hilo
El niño de la burbuja
Pedro Sánchez ha decidido suprimir el contacto libre y espontáneo con los españoles
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Iniciar sesiónResulta que quienes pitaron a Pedro Sánchez el pasado sábado en Sevilla son miembros del sindicato que ha creado Vox. Así lo ha denunciado el PSOE en diversas redes sociales con indisimulada indignación. No se sabe qué irrita más a los socialistas, que Vox haya ... creado un sindicato o que sus miembros se movilicen (quizás porque el PSOE nunca ha utilizado a la UGT para armar bronca en la calle). La izquierda considera la movilización social como un privilegio de su ideología, y valora como una usurpación que la derecha, sobre todo la escorada, proteste. Piensan que la calle es suya, como dicen que dijo Fraga —aunque aquella frase fue un invento del semanario 'Triunfo'—, y que los militantes de la derecha solo deben movilizarse para ir a misa o ver procesiones. Pues hasta Pino Montano se fue un puñado de ciudadanos, probablemente militantes de Vox, sí, igual que quienes fueron hace cuatro años al Parlamento andaluz para boicotear la toma de posesión de Juanma Moreno eran activistas del PSOE o de Podemos. Tanto derecho tienen unos como otros a expresar su malestar por la situación política siempre que no infrinjan la ley.
Pero lo realmente revelador de la visita de Sánchez no fue que un grupo de energúmenos le abucheara, algo quizás previsible. Lo inaudito fue el blindaje al que se le sometió durante la visita a las obras del tranvía, en pleno Centro de Sevilla. Un sábado por la mañana hay decenas de personas paseando por esa zona, pero durante el recorrido del presidente no se vio un alma, porque la Polícía 'vació' la calle. Sánchez ha decidido suprimir el contacto espontáneo con los españoles después de que en un par de actos oficiales le largaran una fresca, eso sí, con modales exquisitos. Está metido en una burbuja como John Travolta en aquella película que tanto nos impactó a los chavales de los setenta, «El niño de la burbuja de plástico», que narra la historia de un chico que solo salía de su casa encerrado en una esfera ante la sospecha de que padeciera una enfermedad inmunológica. Sánchez solo pisa la calle en su burbuja, a salvo de los embates de la realidad.
El último y grotesco episodio de este aislamiento social ha sido la charla bochornosa de Sánchez con un grupo de figurantes buscados por el Gobierno en representación de los ciudadanos españoles, y que tuvieron libertad para preguntar espontáneamente al presidente. Como era de esperar, nadie preguntó por la inflación, ni por el acercamiento de los presos más sanguinarios de ETA, ni por los muertos de la pandemia o por los viajes en el Falcon. En la burbuja solo se entra desinfectado, como los amigos de Travolta que acudían a visitarlo. El chico de la película, por cierto, decidió salir de la burbuja cuando conoció a una gachí. A Sánchez, por el contrario, no va a haber nada que le haga salir de su aséptico aislamiento, así que habrá que sacarlo de ahí. Pero no con gritos ni pancartas. sino con votos.
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