tratos y contratos
No es el tomate, la guerra es otra
La protesta agraria crece en toda la UE contra el Pacto Verde de Bruselas, y todo comenzó en España en 2020
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Iniciar sesiónEs verdad que la exministra socialista gala Segolene Royal ha dicho que los tomates 'bio' españoles son incomestibles. Es verdad que el bloqueo a París ha afectado a los camioneros que transportan productos andaluces. Es verdad que hay franceses 'carajotes' que han querido sintonizar con ... la revuelta agraria atacando a los vecinos del sur de la forma más injusta y populista. Pero también es verdad que esos lamentables episodios solo son una cuestión colateral y anecdótica del auténtico meollo: el campo europeo está dispuesto a ir a la guerra... Y los tractores ya han cambiado los surcos de la tierra por las avenidas de asfalto en todos los grandes países europeos en un movimiento cada vez más ancho.
¿Por qué protestan los agricultores? Como cuestión de fondo late una oposición sin precedentes a las directrices marcadas por la Comisión Europea, que se mezcla con una coyuntura especialmente crítica para el sector primario. El detonante más inmediato es la brutal subida de costes que ha experimentado el agro, lastrando la rentabilidad de las explotaciones y estrechando márgenes (pese a la subida de los alimentos). En Alemania la chispa saltó cuando el Gobierno decidió elevar la carga fiscal sobre el diésel agrícola. En el caso de España y los países Mediterráneos pesa también la sequía, cuyas primeras consecuencias las padece siempre el campo. Pero este malestar ha cristalizado en una oposición frontal a las directrices políticas de Bruselas, al llamado Pacto Verde, con su afán por elevar al máximo la presión medioambiental sobre las explotaciones, burocratizando la gestión diaria de los agricultores hasta extremos surrealistas, y supeditando ayudas económicas a la supuesta 'sostenibilidad' de los cultivos (ignorando conceptos como productividad y costes). Una filosofía, en suma, destinada a convertir la UE en un jardín que eleva su dependencia alimentaria de terceros países que no se sujetan a tales normas. Y todo ello cuando la propia Comisión maneja informes que indican que esta filosofía eleva el coste de los alimentos, golpeando a las rentas más bajas.
Y como telón de fondo están los desprecios del ecologismo 'urbanita', tan asentado en los políticos de izquierdas, que desconoce todo sobre la realidad rural, pero siempre está dispuesto a dar lecciones sobre cómo deben ser las granjas, cómo se deben cultivar las fresas y por qué debemos dejar de comer carne para que las vacas no emitan dióxido de carbono. Genios que piensan que para evitar la 'España vaciada' la solución es poner wifi gratis en los pueblos mientras se protege más al lobo que al ganadero.
No es el tomate, la guerra es otra… Y en España todo comenzó con tractoradas multitudinarias en 2020, que se interrumpieron abruptamente con el Covid, pero que ahora renacen de la mano de la primera gran protesta agraria de dimensión europea.
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