Sol y sombra
Esos pijos que odian el Kanfort
El rechazo a las aerolíneas de bajo coste exuda un clasismo desorejado: sólo los ricos deberían poder viajar en avión
LA tópica, o no tan tópica, Sevilla dual siempre vuelve, aunque renovada, como las crecidas del Nilo, en esa cadencia cíclica de la Historia que Mircea Eliade describió en su obra maestra: 'El mito del eterno retorno. Arquetipos y repetición'. Hoy, las querellas religiosas que ... un día terminaron con la torrefacción (en efigie) de los monjes luteranos de San Isidoro del Campo o los pogromos azuzados por Ferrand Martínez, el arcediano de Écija, se recrudece entre creyentes a secas y lobbies de costaleros, esa secta mefistofélica; los aficionados a la tauromaquia ya no discuten sobre el arte de dos maestros porque el debate se ha radicalizado hasta el afán aniquilador: partidarios de Morante versus perroflautas del Pacma. Las dos orillas del Guadalquivir no son ya una frontera sólo geográfica, sino cultural, y la diatriba es casi parisina entre la 'rive gauche' de los modernos y la 'rive droite' de los castizos. En política, en fin, la primera década del siglo XXI nos trajo la abundancia material y la desinhibición moral, por cuya causa la pregunta demoscópicamente más precisa para determinar el voto tenía que ver con el esparcimiento nocturno. ¿Don Angelo's o La Casita?
Las dos hinchadas futboleras también son irreconciliables en su devoción militante, en permanente reactualización, y la parroquia está hoy dividida entre quienes adoran la filigrana subcampeona de Isco y los que añoran la tragantá bañada en plata de Monchi. Porque el universal «viva el Betis manque pierda» y el underground, pero tan o más real, «me cago en el Sevilla como no gane» encierran un fondo idéntico, el deseo de triunfo, pese a la apariencia de representar dos cosmovisiones opuestas. Es la eterna dualidad hispalense, en efecto, que en la era del turismo de masas se resume en una decisión binaria. Diríamos que el «¿estudias o trabajas?» de nuestros años mozos ha mutado, aquí y ahora, en un «¿Ryanair o Aena?» de posturas radicales y atrincheradas que ríanse ustedes de capuletos y montescos. Se figurará el lector que este opinante siempre se decantará por una empresa privada sobre un chiringuito público, para colmo competencia de Óscar Puente. Pero, en este caso, pesan menos las convicciones liberales que el rechazo al clasismo desorejado que exudan nuestros debeladores de las aerolíneas de bajo coste.
Porque, queridos niños, es muy feo que se os note la tirria que le tenéis a los menesterosos y a la democratización del avión, que no sólo llena nuestras calles de esos visitantes que riegan el monocultivo de nuestra economía puramente terciaria, sino que permite a nuestros paisanos de economía menos acomodada conocer multitud de destinos. ¡Que viajen sólo los ricos, como en los buenos viejos tiempos! Y, ya puestos, que una docena de chiquillos se peleen en la puerta de los clubes de caballeros por merecer la propina del limpiabotas. ¿Dónde se ha visto a pobres con mocasines lustrosos? ¡Maldito sea el Kanfort y su baratura! Deberían gravarlo con un IVA del 90 por ciento, así regresaría la chusma a la alpargata de la que nunca debió salir.
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