sol y sombra
Eskartxa eskabetxada
No hay desgracia que detenga a un asesor desalmado cuando cree que puede arrancarle un voto a la mano yerta de un cadáver
A la exconsejera de Sanidad la dimitieron el miércoles por la tarde mediante idéntico mecanismo, el del verbo episódicamente transitivo, con el que los viejos partidos comunistas purgaban a sus disidentes: «Te vamos a hacer la autocrítica», y le plantaban delante una confesión para que ... firmase. Juanma Moreno, que ha transitado en este asunto de laureado Petit Napoleón a Amado Líder leninista, anunció la fulminación de Hernández, médica guipuzcoana que pudo inspirar el chiste del vasco que iba a bautizar a su hija recién nacida. «Oye, Patxi, ¿y cómo le vas a poner». «Rocío». «La ostia, si no es un nombre euskaldún». «Pero en casa la llamamos Eskartxa».
Habrá que esperar todavía, eso sí, para aplicar la fórmula que Woody Allen enunció para el humor negro, 'Tragedia + Tiempo', porque falta un cacho de la segunda T para que nos riamos de que el presidente de la Junta ha mandado a su ministrita al mamadero, justo ahí, y ya me contarán entonces qué clase de broma macabra es que la gran mayoría de los casos dudosos de cribado se hayan dado en el hospital Virgen… del Rocío, justo como la política (ir)responsable del desaguisado.
Por tratarse de dos asuntos vitales, en el sentido estricto de la palabra, que afectan a las mujeres, la reacción del ejecutivo andaluz a esta crisis sanitaria puede (debe) ser comparada a la del Gobierno de la nación en el caso de las pulseras electrónicas: no es mezclar churras con merinas, sino detenerse en cómo una falla en los mecanismos de control de la Administración ha dejado desamparadas y sumidas en la angustia –ya veremos, ojalá que no, si con consecuencias dramáticas e irreversibles– a un colectivo especialmente vulnerable. Rocío Hernández, como la ministra de Igualdad Ana Redondo, puso su prurito personal por delante: con egoísmo de politicastro y empatía de jabalí, el primer reflejo fue abroncar a quien preguntaba e ir al choque contra la oposición. Preocuparse por las afectadas, ya si eso y veremos según cuando. La diferencia sustancial, pese a los diez días de remoloneo y estudio del impacto demoscópico de la crisis, ha sido que Moreno se ha decidido por fin a soltar lastre mientras que Sánchez ha blindado a (ir)responsable con otra cucharada de sectarismo izquierdista, valga la redundancia.
La progrez, que rima con hez, no se conforma con el cese de Hernández y se ha embarcado en una nueva campaña de pornografía del dolor. Donde anteayer se exhibían niños famélicos, se mostrarán ahora cicatrices de mastectomía porque no hay catástrofe ni guerra ni cáncer que valgan cuando un idiota pagado de sí mismo con medio diploma de pichinglis (spin doctor, leadership advisor, pi-ar…) decide que puede arrancarle un voto a la mano yerta de un cadáver. El debate político se ha degradado hasta convertirse en un puesto de casquería en el que los mercachifles expenden sólo género podrido. Y luego, se persignan como solteronas escandalizadas cuando más de un tercio de los electores se refugia en el voto populista.
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