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Sol y sombra

Del enchufe a la desafección

Cuando el votante conoce peripecias personales como la de Gómez de Celis, estalla y se decanta por opciones disolventes

Lucas Haurie

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Lo mejor que puede decirse de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que gasta nombre de rey y apellido compuesto de noble castellano, es que parece exactamente lo que es. ¿Un vendedor de alfombras del Gran Bazar? No, hombre, no diga eso. ¿Un secundario de teleserie ... sobre los bajos fondos de Medellín? Para nada. ¿Un bailaor de cuadro en un montaje amateur de Tarantos y Montoyas? Podría ser, pero tampoco. ¿Un puntero peronista en una villa bonaerense? Ahí ya nos vamos acercando. ¿Un político tan poco escrupuloso como para facilitar un empleo público a varias docenas de enchufados? Justamente eso.

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