Sevilla al día
Sevilla no se fuma
La Sevilla de 2030 es un compromiso adquirido con la dignidad de una ciudad que no debe tolerar nunca más un engaño
Cuando planteamos en la redacción este escenario de la Sevilla 2030 hubo guasa. Empezamos a enumerar todos los proyectos que se han anunciado para que sean una realidad de cara al centenario de la Exposición Iberoamericana y el inicio de la nueva década y hay ... quien llegó a bautizarlo como «el mapa de la marihuana». Situar sobre un plano de la ciudad los doce nuevos barrios, una nueva (media) línea de metro, la SE-40 casi al completo, el tren al aeropuerto y los museos es un ejercicio que suena a fumada inmensa. Los sevillanos estamos tan acostumbrados a las promesas incumplidas y a los anuncios 'fake' que nos parece una soberana ida de olla pensar que en apenas cinco años la capital dará el salto ansiado a la modernidad. Más aún si uno analiza el escaso esfuerzo inversor de la administración que más tiene que poner de su parte para que aquello se convierta en una realidad: el Estado lleva dando la espalda a Sevilla desde hace exactamente tres décadas y la financiación de sus infraestructuras están diferidas a la próxima legislatura. Es como si la cuarta ciudad de España tuviera que pedir disculpas por haber acogido aquel evento internacional en 1992, pese a que aquella reconversión quedó incompleta.
Tampoco la Sevilla de 2030 será la deseada, porque viendo los plazos de las obras aquí, con una media de cinco a diez años, la red completa de metro la veremos en 2050. Sin embargo, más allá de la borrachera de proyectos anunciados por todas las administraciones y la resaca que nos presumimos de cara al próximo lustro, ese mapa no debemos tomarlo como un sueño inalcanzable. No podemos resignarnos a pensar que nos acabarán dando gato por liebre. Ese mapa no sólo es una promesa, debe ser una obligación exigible a la clase política. Y es la sociedad civil quien tiene que impulsarla, presionando hasta la extenuación para que los millones no pasen de largo una vez más.
La Sevilla de 2030 es un compromiso adquirido con la dignidad de una ciudad que no debe tolerar nunca más un engaño como el de la red de metro en los 80 o los túneles de la SE-40 más recientemente. El 'chauvinismo' que arrastramos en esa evocación eterna de 'la ciudad más bonita del mundo' debe utilizarse a la inversa: como una rebelión contra las quimeras que nosotros mismos nos tragamos. El gran reto de cara a aquella fecha es romper el círculo vicioso de la resignación, ese conformismo tan nuestro que convierte cada aplazamiento en un chiste sin gracia. Sevilla tiene que estar a la altura de su historia. Quienes la hicieron puerta de América no abdicaron de su anhelo por convertirla en capital del mundo. La ciudad de 2030 no es un cuento ni una maqueta de campaña, es la apuesta por la excelencia y la ambición. Y si tenemos que colocarnos con algo, que sea con el incienso de nuestra propia fe en Sevilla.
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