Sevilla al día
Después del diluvio
En días como el de ayer, nos preguntamos si la ciudad está preparada para este tipo de trombas cada vez más comunes
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónDespués del diluvio, el agua baja como un notario que certifica lo que funciona y lo que no. Como un examen, la ciudad inundada nos revela sus carencias y aciertos. Nos preguntamos qué hubiera ocurrido ayer sin los tanques de tormentas, que se llenaron hasta ... arriba en apenas 13 horas. Aquella infraestructura oculta, que no aparece en renders de grandes proyectos como los puentes o edificios, salvó claramente a buena parte del Centro y otros barrios de una riada histórica. Los 115 litros hicieron que los arroyos se desbordasen y que el alcantarillado no diera abasto. Supuraron hasta los retretes de Sevilla, que vio cómo salían flotando algunos vehículos y cubos de basura. En días como el de ayer, nos preguntamos si la ciudad está preparada para este tipo de trombas cada vez más comunes, que provocan el caos total.
Uno no es consciente de la importancia de las obras hidráulicas de Emasesa hasta que el agua fría procedente del pestilente bajante se cuela por la pantorrilla mientras va subiendo en el garaje anegado y con la luz tintineante, en cuyo interior está el coche. El sevillano tiende a quejarse por defecto de la cantidad de obras para sustituir las redes de saneamiento, porque de ellas sólo nos quedamos con el adoquín de la reurbanización y la plataforma única. La realidad es que, durante años, la infraestructura se ha ido quedando obsoleta, hasta el punto de que el sistema acaba colapsando.
Así, hubo quien tardó una hora en cruzar de una zona a otra relativamente cercana o quien ni siquiera pudo abandonar su puesto de trabajo en Aerópolis por las inundaciones. La sensación fue de descontrol absoluto cuando se cayó al completo la red semafórica y vimos a un policía en mitad del lago en el que se había convertido la avenida dirigiendo el tráfico a duras penas. O cuando se desalojó el metro y muchos tardaron horas en volver a casa desde sus puestos de trabajo. O a recoger a los niños de los colegios.
El año pasado, cuando días después de la dana la Junta suspendió a última hora del día las clases y la Aemet activó la alerta roja por lluvias, nos pareció exagerado dentro de la psicosis por lo ocurrido en Valencia. Ayer, ya no lo veíamos igual. Quizá porque los 115 litros fueron inasumibles. O quizá porque la ciudad tiene aún muchos deberes que cumplir para evitar que se aneguen las calles cada vez que llueve en abundancia. Y una de las claves fundamentales, más allá de las obras públicas como el tanque de la Alameda, está en el mantenimiento periódico del alcantarillado. Los imbornales de Sevilla no se limpian jamás y acaban desbordando las cloacas.
Después del diluvio queda una verdad flotando: lo que se descuida siempre regresa. Cada gota arrastra un pedazo de esa Sevilla que confunde limpieza con estética y mantenimiento con molestia. Mientras no aprendamos a cuidar el subsuelo, los tanques seguirán aprobando y, los charcos, delatándonos.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete