SIN ACRITUD
Por sus andares
Pedro Sánchez trata de convencernos de sus mentiras con la palabra y hasta con el lenguaje corporal, pero ya no le llega
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Iniciar sesiónSuena 'Stayin' Alive', legendaria canción de los Bee Gees. John Travolta (Tony Manero) pasea por una calle de Brooklyn. Años 70. Tupe perfecto. Pantalón negro de campana. Cazadora de cuero a juego. Camisa roja con cuellos gigantes como alerones de un Boeing 747. Cadena de ... oro y botas marrones de enorme tacón… Cómo no recordar la escena inicial de la mítica 'Fiebre del sábado noche'. Espectacular. Cada detalle. Y sin duda lo más llamativo, lo que da la brillantez absoluta a los escasos segundos que dura, son los andares del protagonista. Esa forma de contonearse. Paso firme, hombros ligeramente encorvados hacia atrás, pequeños saltitos apenas perceptibles. Chulería, carisma, seguridad en sí mismo… todo eso y mucho más transmite Travolta sin decir ni una sola palabra. Sólo lo acompañan su mirada y su sonrisa. Que también hablan por sí solas. Un auténtico icono.
Y luego está el que te traen por AliExpress, perdón por el manido chiste. El del quiero y no puedo. La versión chusca de la escena es la del presidente del Gobierno en el paseíllo de su comparecencia del lunes para hacer balance de dos años de legislatura. Son exactamente 22 segundos, más de los que empleó en hablar de corrupción, por cierto. Tiempo sobrado para quedar perfectamente retratado. El brevísimo intervalo desde que aparece por la puerta de la sala de prensa de Moncloa hasta que llega a la tarima es profundamente esclarecedor. Dice más de él que cualquier cosa que pueda salir de su boca. Su cara cuando mira a las decenas de periodistas que le esperan. Su ensayadísimo gesto de altanería. Su forzada sonrisa para tratar de mostrar seguridad. Pero sobre todo sus andares. Ay esos andares. Esa pose absolutamente impostada. Pedro Sánchez quiere controlar el relato con la palabra y con el lenguaje corporal. Pero no le llega. Por más que repita que España vive «una de las épocas de mayor prosperidad de su historia». Por más que intente arrogarse el mérito de los cien millones de turistas que nos visitan cada año. Por mucho que trate de maquillar las cifras del paro. Avances sociales, dice. Ya no le vale. Nadie le cree porque ha mentido mucho. Ya saben, los «cambios de opinión».
Miente cuando habla y miente hasta cuando calla. Cuando pone gesto compungido para mostrar su tristeza al considerarse engañado por sus más fieles y cercanos colaboradores, como eran Santos Cerdán y José Luis Ábalos. Cuando aprieta las mandíbulas para confesar su amor eterno por su esposa. Hasta el sudor le delata. Pero sobre todo los andares. Ese intento de transmitir seguridad y confianza en sí mismo al estilo Travolta. Y se queda en Fernando Esteso en 'Los chulos', por aquello del audio de Koldo en el que asegura que «todas las mujeres son 'unas putas'», que tiraba un billete de 500 euros «y se agachaban a por él». Perdón también por repetir el tono soez, pero es muy significativo. De eso no habló. Al menos no de palabra. Pero sin duda es lo que estaba en el aire. No se verbalizó porque tampoco deja preguntar a los periodistas que no le son afines. Sólo a los cuatro, literalmente cuatro, que aún le ríen las gracias. A los que sigue impresionando esa forma de caminar. Esos andares. Ay, esos andares.
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