COMENTARIOS REALES
Ozzy Osbourne: de satánico, justito
Todos esos rockeros satánicos que en los años 70 y 80 sacrificaban pollos y gatos durante sus conciertos, a la vejez se volvieron animalistas y vegetarianos
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Iniciar sesiónEl «jet-lag» me impidió escribir sobre la muerte del rockero Ozzy Osbourne (1948-2025), tarea que retomo ahora por dos razones muy atendibles: la primera, porque estamos en agosto y se agradece no dar más brasa política. Y la segunda, porque el funeral de ... Ozzy ¡todavía no se ha celebrado! Recordemos que en la última página de su autobiografía —'I Am Ozzy' (2010)— el padre del «heavy metal» suplicó así a su esposa Sharon: «Don't cremate me, whatever you do. I want to be put in the ground, in a nice garden somewhere, with a tree planted over my head. A crabapple tree, preferably. So the kids can make wine out of me and get pissed out of their heads». O sea, quería ser enterrado y que sembraran un manzano sobre su cabeza y que de las manzanas hicieran vino para alegrar al personal. ¿Esta es la última voluntad de un rockero satánico como Dios manda? Dúdolo.
Nunca fui entusiasta ni de Ozzy Osbourne ni de Black Sabbath, aunque les dediqué tiempo de estudio como interesado en el satanismo y la demonología. Durante los años que investigué en el Archivo Secreto del Vaticano visité en su despacho a monseñor Corrado Balducci, exorcista de la Santa Sede y autor de un libro insólito: 'Adoratori del diavolo e rock satanico' (1991). He conocido a pocas personas con una erudición rockera tan fastuosa como la de monseñor Corrado Balducci, pues podía pasarse horas deconstruyendo canciones de Alice Cooper, Led Zeppelin, Judas Priest y, por supuesto, Black Sabbath. A algunos sevillanos les consta, pues en 2003 invité a monseñor al Aula de Cultura de ABC y habló sin parar durante casi cuatro horas.
Todo lo que monseñor Corrado Balducci me contó acerca de Ozzy Osbourne, así como su libro sobre rock satánico, me sirvió como documentación para escribir un relato que titulé «Rock in the Andes» y que se publicó por primera vez en mi libro 'A Troya, Helena' (Bilbao, 1993). No obstante, para mí, lo satánico en el rock nunca pasó de ser una impostura minuciosamente preparada para llegar a ciertos públicos, llamar la atención de la prensa sensacionalista y proporcionar un contexto seudoreligioso a los vicios, excesos y manías de ciertas estrellas. De hecho, todos esos rockeros satánicos que en los años 70 y 80 sacrificaban pollos y gatos durante sus conciertos y que arrojaban sus vísceras sanguinolentas desde el escenario, a la vejez se han vuelto animalistas y vegetarianos. El mismo Ozzy quiso explicar en su autobiografía el episodio del murciélago que decapitó de un mordisco en 1982, argumentando que se lo metió en la boca pensando que era de plástico: «Somebody threw a bat. I just thought it was a rubber bat. And I picked it up and put it in my mouth. I bit into it».
Sin embargo, Ozzy vivió de las rentas del murciélago de marras, pues en su concierto de despedida cantó desde un trono digno de Batman y su autobiografía termina con el epitafio que deseaba para su tumba: «Ozzy Osbourne, born 1948. Died, whenever. He bit the head off a bat». De Satanás, ni rastro.
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