Torrijas arancelarias

Así que la respuesta que algunos le dan al nuevo César de la Roma americana es esa: cerramos las bases y los jodemos. ¿Seguro? ¿Seguro que los joderíamos cerrando Rota y Morón? Yo no lo tengo tan claro. Sobre todo, estando Marruecos a un tiro de escopeta de plomillo y con unas relaciones cada vez más estrechas y cordiales, atornilladas por intereses económicos y geopolíticos comunes con los yunaites e Israel. Más que un dolor de cabeza, la propuesta de nuestros expertos en relaciones internacionales, le darían al Cesar del neoyorquino barrio de Queens, la alegría del año. Solo haciendo números, la jugada es de jonrón para el presupuesto militar yanqui. El teorema de los Pitágoras de carnaval no da para exponerlo en una barra de bar de las de cinc. Es tan naif como estupefaciente. Y habla del nivel de la opinión en uno de los momentos más delicados de la historia mundial desde que Alemania invadió Polonia y estuvimos machacándonos durante cuatro larguísimos años. Con dos bombas nucleares que convirtieron en sushi letal a Hiroshima y Nagasaki.

Ayer fue miércoles de ceniza. Y hoy comienza la Cuaresma. Pero algunos, anticipándose al calendario, empezaron con la torrija fuera de tiempo. Lo de cruzar las líneas rojas es una normalidad en esta España donde no hay límites o los límites están cambiándolos con fronteras de una ruptura anunciada. Los torrijas tienen soluciones para todo. A ver si la tienen para evitar que Andalucía, que exporta tecnología aeronáutica, minería y productos agrícolas, no pierda por las tasas arancelarias mil trescientos cincuenta millones solo por la agricultura. Y a España le cueste el riñón estimado de cuatro mil trescientos millones de euros. ¡Maestro, póngale a este pavo un cortao con la torrija más grande que tenga que quiere solucionar la avenate del emperador cerrando Morón y Rota…!