TRAMPANTOJOS

¡Otra maldita columna sobre el calor!

El anuncio exagerado del horror es peor que el horror mismo. Las noticias del tiempo deberían llevar dos rombos

El parte meteorológico es el Apocalipsis y el hombre del tiempo es San Juan en la isla de Patmos. Cuando veo el inevitable mapa henchido de rojo en la televisión me estremezco. De pronto, aunque esté cerca de un aire acondicionado de última generación a ... 15 grados, me achicharro y, como poseída, sintiendo encima de mi cabeza una gran lengua de fuego, me lanzo a declamar con maneras trágicas de Nuria Espert o Margarita Xirgú: «El cuarto ángel derramó su copa bajo el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego, y los hombres se quemaron con el gran calor…». Es algo así como una reinterpretación del experimento clásico. Oigo la que se nos viene encima y no babeo como el perro de Pavlov sino que sudo: reflejo 'acondicionado'.

El anuncio exagerado del horror por venir es peor que el horror mismo. Las secciones del tiempo deberían llevar dos rombos, como antes las películas que no eran aptas para todos los públicos; o, quizás, como las cajetillas de tabaco, advertir de que las previsiones que se van a escuchar pueden herir seriamente la sensibilidad térmica de algunos telespectadores.

Se habla mucho en estos días de la llegada de 'otro' verano en el que de nuevo se batirán récords de temperatura, y ya tenemos otra vez la dichosa peste del calor como tema central de las tertulias metiéndonos antes de tiempo las llamas del miedo en el cuerpo para quemarnos igual que San Lorenzo en la parrilla televisiva.

O como percha de cualquier artículo como éste que, parafraseando el título de aquella novela de Isaac Rosa, «¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!», no es más que una jeremiada para conjurar el mal. «Si tienes un monstruo, escríbele», decía Goethe.

Y, por si fuera poco, este calor que va a venir, y que ya está aquí, que siempre ha estado, trae aparejados otros horrores a los que no acabamos de acostumbrarnos y que también pueden herir, ¡y de qué manera!, la sensibilidad de muchos sevillanos. Eso me ocurre cuando ando cerca de la Catedral y observo a los salmonetes con chanclas y calcetines, turistas translúcidos ávidos del sol del sur y olé, que, ajenos al tesoro monumental, se sientan en las Gradas para suicidarse tomando sin protección el sol. ¡Fagamos una hiperpigmentación tal que nos tomen por locos!

Muchas veces, para rebajar la temperatura y, sobre todo, para dejar de ver ese lamentable espectáculo turístico-pedestre, fabulo con soluciones imaginativas como las que proponía el Colegio de la Patafísica de Alfred Jarry. Así, en sueños emulo al heroico guardia civil que interpreta magistralmente José Sazatornil, 'Saza', en esa obra maestra del humor absurdo español que es la película de José Luis Cuerda «Amanece que no es poco». Y como él, cuando al final de la película dispara al sol porque ha salido tarde y por el sitio contrario al que debe, en mi sueño también yo descargo una imaginaria pistola gritando, además, su mismo grito vindicador de esforzado servidor público: '¡Yo no aguanto este sindiós!'.

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