Quemar los días

Palmeras en el frigorífico

Este es un artículo viejuno, lo advierto de antemano

En mi casa, especialmente durante los primeros años de la infancia, costaba encontrar dulces. Había, en cambio, un día del mes en el que todo cambiaba. Era el día de hacer el suministro en Ecovol. Ese día, tocaba atiborrar el carro de comida, y normalmente ... mis padres acababan discutiendo, porque mi madre era propensa a echar en el carro productos que mi padre consideraba prescindibles.

Miraba la peseta, mi padre. Siguió mirándola cuando la peseta cambió a céntimo; lo hizo hasta el último día de su vida, a pesar de que ya no lo necesitaba. Estragos, supongo, de los tiempos del hambre. El caso es que, en el día de Ecovol, sorprendentemente, mi padre se volvía muy generoso. Ahora que el delito ha prescrito y no existen Ecovol ni mi padre, puedo contar que el fatigoso día de suministro era en cambio para nosotros una fiesta, porque podíamos comer palmeras de chocolate a nuestras anchas. La única condición era que la bandeja de palmeras quedara vacía antes de llegar a la caja. Sutilmente, mi padre la depositaba en cualquier estantería, y nuestro estómago infantil quedaba tan saciado que no necesitaba hacerse preguntas.

Igual que no había dulces, heredábamos las ropas entre hermanos. Fue, definitivamente, una infancia y una juventud bastante austera. Lo suficiente como para que, llegado a la veintena, quisiera salir como un loco de casa. Veintitrés años tenía, pocos más de los que tiene mi hijo ahora.

Este es un artículo viejuno, por si no lo han advertido ya. Quiere hablar de la constancia, de la importancia del esfuerzo para hacerse un hueco y salir adelante. Leo que una periodista madrileña de treinta y pico años ha publicado un ensayo ('La vida cañón') en el que pone a parir a la generación boomer, esa que nació entre los años 50 y 70, por considerar que han ejercido de tapón y lastre para los milenials y las generaciones posteriores. Desde luego que las jóvenes generaciones lo tienen difícil hoy, con un mercado de trabajo absolutamente precarizado y dificultades muy serias de acceso a la vivienda. Y también admito que, en muy alta medida, la actitud de apoltronamiento de los boomers y su conservadurismo han favorecido la regresión en las conquistas sociales y un profundo deterioro del estado del bienestar. Pero si hablamos de actitudes -ya lo dije: esto es un artículo viejuno-, no puedo dejar de señalar que es entre los milenials y generaciones posteriores donde identifico una actitud más pasota, individualista, hedonista y desinteresada. Palabras como responsabilidad o compromiso no existen en sus diccionarios. Yo no soy de la generación boomer, sino de la posterior, pero también asumo mi cuota de responsabilidad: es posible que todo tenga que ver con las palmeras de mi frigorífico.

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