PERDIGONES DE PLATA
Las fresas de Kim
Que unos socios hundan sus zarpas en nuestros asuntos supone un atropello que sólo un gobierno mansurrón tolera
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Arrastramos injusta condición de redomados pícaros, de gamberretes de la última fila, de oportunistas de la subvención nebulosa, de espabilados del corto plazo y del escaqueo perpetuo. De ahí que desde Alemania acudan doctos vigilantes de alma calvinista para velar por el agua que hidrata las fresas ... de postre delicioso o de recreo erótico ochentero por culpa de 'Nueve semanas y media', aquel largo videoclip que arrasó las taquillas gracias a su calentura colegial. Después de observar los juegos de nevera de Kim Basinger, las fresas adquirieron nuevas y celebradas virtudes.
Que unos socios y presuntos amigos europeos aterricen a nuestra vera con aire de señorita Rottenmeir es insólito. Que hundan sus zarpas en nuestros asuntos supone un atropello que sólo un gobierno mansurrón tolera para obtener provecho de sátrapa. Los alemanes, no hace tanto, montaron un bonito timo a costa de unos coches suyos que vendían como de bajas emisiones y que luego polucionaban como el resto, ¿lo recuerdan? La excusa ecológica para vender esa suprema mecánica teutona que tanto pasma a los papanatas, germanófilos de cafetería fina y sumisión recia. Afirmaron que sus prodigiosos vehículos contaminaban menos, pero era falso y el desacato se destapó. El escandalazo, trapisonda máxima de trola gigante, apenas duró un par de semanas. Lo sepultaron rapidito. Alguna dimisión indemnizada con generosidad y no se habló más del asunto. Ni desde España ni desde otro país de la UE mandaron severos técnicos para comprobar hasta qué punto el desaguisado distorsionó la alemana industria del motor. Si llega a producirse la trampa en España, imaginen lo que habrían pronunciado. Nosotros, eternos sureños de estafa constante, qué vergüenza. Como fueron ellos los culpables, se corrió un tupido telón de acero. Y ahora casi se atreven a visitar los campos de fresas con la excusa de Doñana desde su insoportable superioridad norteña. Pero Kim Basinger seguro que sigue zampando golosona fresas, aunque ellos lo ignoran. Es nuestra mejor venganza.