tiempo recobrado
El mal de fondo
Todo lo que vemos no es casual, sino estructural. La corrupción ha anidado en las instituciones y los ciudadanos están perdiendo su fe en el sistema
Una resistencia indigna
Grandes y pequeños problemas
Pedro Sánchez compareció ante los medios compungido y pidió perdón, pero no asumió ninguna responsabilidad política por la corrupción que ha aflorado en su partido. Hay voces que le piden que convoque elecciones y otras se inclinan por la cuestión de confianza. Creo que ... esta segunda opción sería la correcta, pero Sánchez no se va a someter a una votación parlamentaria que puede perder.
El debate sobre la responsabilidad 'in vigilando' y también 'in eligendo' del presidente es insoslayable. Parece obvio que no se agota en esa petición de disculpas. Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Koldo García medraron dentro del núcleo duro del partido y contaron con complicidades y protección. Resulta inconcebible que Sánchez se enterara anteayer de sus tropelías.
Dejando de lado esta importante cuestión, me parece esencial reflexionar sobre la corrupción que ha emergido en todos los gobiernos desde la llegada al poder de Felipe González. Quien no haya pecado, que tire la primera piedra, lo cual no disminuye la responsabilidad de Sánchez, que es quien ahora gobierna. La corrupción nunca es un fenómeno casual o episódico. Surge por una suma de factores. Algunos son individuales y apelan a la educación y la falta de valores morales. Pero otros son colectivos: la impunidad, el corporativismo, la concentración de poder, los deficientes mecanismos de selección de los dirigentes y la falta de transparencia.
El caso que ahora nos ocupa es una combinación de todos ellos. Es necesario subrayar que, si estas personas se aprovecharon de su posición, fue por el desmantelamiento de los controles y la cultura instaurada por Sánchez en el partido, basada en la adhesión al líder y la carencia de democracia interna.
Es posible, aunque muy improbable, que Sánchez no supiera nada de las corruptelas de sus colaboradores más cercanos, pero lo que no puede eludir es que sus conductas fueron factibles por su forma de gobernar y por su negativa a tomar en serio las denuncias previas que se formularon. En lugar de ello, ratificó hace siete meses a Santos Cerdán como secretario de Organización cuando las sospechas iban en aumento.
Todas esas denuncias y revelaciones de los medios fueron calificadas de bulos, intoxicaciones y campañas contra el Gobierno. Pero la realidad corrobora que las investigaciones judiciales avanzan y Sánchez se sigue parapetando detrás de mil excusas para no asumir su responsabilidad en la corrupción y las cloacas del Estado que han emergido.
Todo lo que estamos viendo no es casual, sino estructural. La corrupción ha anidado en las instituciones y los ciudadanos están perdiendo su fe en el sistema. Ese es el mal de fondo y lo que Sánchez parece no haber comprendido. Una terrible paradoja en el dirigente que ganó una moción de censura con el argumento de regenerar la democracia.