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¿Intereses o principios?

Es un dilema moral y político de difícil resolución, también aplicable a lo sucedido en la Embajada española en Caracas

Espejismos

Las dos Españas

Pertenezco a una generación que creía que podía cambiar el mundo. Nacido en los años 50, crecí con la música de los Beatles, la cultura 'hippie', el Mayo del 68, la guerra del Vietnam y la llegada del hombre a la Luna. Todo parecía posible. ... Algunos luchábamos contra Franco en las aulas universitarias con la esperanza en una democracia que nos parecía lo más semejante al paraíso.

Una de las ideas que asumíamos sin cuestionar, como parte de nuestra genética, era que la política es el instrumento para hacer una revolución social que traería consigo la igualdad, la libertad y la fraternidad de los españoles. Lo diré de forma más directa: creíamos en los principios. La 'realpolitik' nos parecía algo odioso, que servía para justificar dictaduras y abusos totalitarios.

Éramos jóvenes e ingenuos, pero no tontos porque ya veíamos los crímenes que se cometían bajo el pretexto de una razón de Estado que servía para amparar tanto a las dictaduras comunistas como a los regímenes militares de Chile y Argentina.

El mundo ha cambiado profundamente en el último medio siglo. Y España ha experimentado una gran transformación. Pero el viejo dilema entre la 'realpolitik' y los principios sigue vigente. Esto ha quedado patente en el debate sobre Venezuela a raíz del clamoroso fraude electoral de Maduro, dirigente de un país en el que se burlan las reglas democráticas, se violan los derechos humanos y se persigue a la oposición.

La pregunta es qué podemos hacer para que quienes han ganado las elecciones puedan gobernar. Dicho de otro modo, ¿hay que ser realistas, defender los intereses de España y mantener la interlocución con Maduro o, por el contrario, debemos romper relaciones con el tirano y sancionar al chavismo?

Es un dilema moral y político de difícil resolución, también aplicable a lo sucedido en la Embajada española en Caracas. La cuestión es si la protección de Edmundo González y la necesidad de sacarlo del país justificaba que las autoridades españolas permitieran el chantaje al que fue sometido. Mi respuesta es afirmativa. Si la única vía para que el presidente electo legítimo saliera de Venezuela era aceptar la entrada de los Rodríguez en sede diplomática y tolerar la intimidación, creo que lo mejor era transigir. En un estado de necesidad y cuando no existe libertad para decidir, no es justo criticar a quien opta por salvar la vida. González fue una víctima y el Gobierno español no fue cómplice de Maduro, lo que no obsta para que Albares tenga que dar explicaciones.

Lo que no es coherente es que Sánchez apele a los principios para denunciar la masacre de Gaza y reconocer el Estado palestino y que, en cambio, invoque la 'realpolitik' para no romper con Maduro, cambiar la posición en el Sáhara o callar ante la represión en China. O lo uno o lo otro.

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