tiempo recobrado
Elogio de Europa
A fuerza de mirar hacia adelante, hemos perdido la noción de dónde venimos y quienes somos. Europa sigue siendo una utopía y una aspiración
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He releído estos días 'La extraña derrota', un texto de Marc Bloch sobre las causas de la debacle del Ejército francés frente a la Wehrmacht. Bloch, de origen judío, era capitán del Estado Mayor en 1940. El historiador y fundador de los Anales de ... Historia fue torturado y ejecutado por la Gestapo en junio de 1944 cuando los aliados ya pisaban Normandía.
Hay en el epílogo de la edición española una transcripción del manuscrito de su testamento, redactado en Clermont-Ferrand tres años antes de su muerte, cuando luchaba en la Resistencia por la libertad de Francia. Escribe: «En un mundo presa de la barbarie más atroz, la generosa tradición de los profetas hebreos que retomó y amplió el cristianismo en su vertiente más pura, ¿no sigue siendo una de nuestras mejores razones para vivir, creer y luchar?».
Bloch, padre de familia y profesor, decidió volver a alistarse en el Ejército para pelear contra Hitler cuando ya había cumplido 53 años. Nadie le forzó a dar ese paso, pero creía que la defensa de sus valores le obligaba a volver a las trincheras después de haber combatido como sargento en la I Guerra Mundial.
La lectura de la obra póstuma de Bloch, en la que arremete contra el mando del Ejército francés y revela el desfase de sus métodos para detener a las divisiones blindadas de la Wehrmacht, es al mismo tiempo una emotiva reivindicación de los valores del humanismo cristiano que sustentan la cultura europea.
Bloch precisa que nunca renunció a sus orígenes judíos pese a su educación laica, pero que se considera ante todo un patriota francés que prefiere morir de pie antes que arrodillado frente a los ocupantes. Todo en sus escritos rezuma la defensa de los ideales de la República, para él más importantes que su vida.
En unos momentos en los que naufraga el proyecto europeo, amenazado por la extrema derecha y el populismo, en los que Trump quiere someter bajo su yugo a la Unión Europea y en los que el humanismo cristiano parece desdibujarse en un mundo globalizado, resulta más necesario que nunca apelar al espíritu de personas como Marc Bloch, que hicieron posible la derrota de la barbarie nazi y el resurgimiento del continente de sus cenizas.
Nuestra salvación no está en plegarnos a las voces de los nuevos tiempos que sugieren en nuestros oídos la renuncia a esos valores que encarna Bloch, sino que, por el contrario, reside en recuperar su espíritu y el de los padres fundadores de la Comunidad Europea, ligados al humanismo cristiano, la justicia social y la defensa de la dignidad de todos los hombres.
A fuerza de mirar hacia adelante, hemos perdido la noción de dónde venimos y quienes somos. Europa sigue siendo una utopía y una aspiración. Nuestra patria es la de Bach, Shakespeare, Spinoza, Goya y Bloch, la tierra donde queremos vivir y morir.
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