EN OBSERVACIÓN
Matrix y Tetris de Pedro Sánchez
El aluvión de escándalos se sedimenta, desencajado, en la base del puzle
El caballo Pegasus y la burra analógica
El malquerido
Al principio fue el Matrix, y vio Pedro que el Matrix era bueno y siguió adelante con su recreación. Nos referimos a la era del lodo primigenio, previo al fango. El Matrix era aquel intangible de lo que ya entonces hablaban los videntes del tocomocho ... de progreso, la picha hecha un lío, la antimateria, el contradiós y la puerta que lleva a la quinta dimensión. La mentira, en resumidas cuentas, entonces presentada como abstracción, proyección tridimensional y plurisensorial de una exposición inmersiva de la que la gente salía apollardada. Al principio fue el verbo, la palabra, el eslogan, uno detrás de otro, a cual más sugerente, siempre con el sello de Gobierno de España, luego 'Gobierno de la gente', justo antes de 'Haz que pase', o después de 'Defiende lo que piensas', no necesariamente por este desorden. Como el Rocío, el progreso no se podía explicar: había que vivirlo, y a ser posible con gafas de realidad aumentada, o de sol almonteño, hasta el desmayo, como la niñera de Isabel Pantoja el otro día, vencida en la aldea rociera por lo que fuera, hechizo, sobredosis o arriquitaun. Uno escuchaba a Pedro –seguimos en aquel tiempo de la recreación– y se quedaba alelado. No se entendía nada, pero parecía bueno. El Matrix era todo y no era nada. Basta recordar la adaptación del trabalenguas 'Cómo me las maravillaría yo', interpretado por María Jesús Montero en sus tiempos de portavoz, para hacerse una idea aproximada de lo que fue aquello, aquilatado durante la pandemia y ejecutado de oficio en la nueva normalidad.
De aquel Matrix este Tetris, y de aquel lodo estos fangos. Si lo de la economía se lo aprendió Zapatero en dos tardes y lo de la galaxia ultra lo urdió Sánchez en cinco días de reflexión, la recreación petrina se prolongó durante siete días y siete noches. Está escrito. De aquella esfera inmaterial, la bola, nos trasladamos a un Tetris cuyas piezas caen por su propio peso a cada vez mayor velocidad y sin encajar. Cuando lo hacen, desaparecen de la pantalla.
–Han cantado línea en Extremadura.
Y decimos Extremadura para tratar de hacer memoria sobre aquel Gallardo que se aforó por sus santos cojones, de tamaño inversamente proporcional a los de quienes lo antecedían en la lista electoral, cuando lo empitonaron en los juzgados de instrucción. Eso fue hace exactamente dos semanas, pero metes ahora el apellido Gallardo en la ge del rosco de 'Pasapalabra', preguntas por lo del hermano de Pedro y su amigo el de la Diputación de Badajoz y a ver quién se acuerda y acierta. Tetris. La línea desaparece de una pantalla –bidimensional, sin la aparatosidad de la esfera primordial, la bola– en cuya parte baja nadie repara, pendiente del aluvión de piezas y el no parar de por arriba.
—Han cantado línea en la sección de fontanería.
Y cuando miras hacia abajo ya no está. Fuesen y no hubo nada.
Si el Matrix sanchista –feminismo de pago y cebolleta, transición ecológica de Falcon y apagón, progreso de cátedra y camarilla– era una bola inmaterial, el Tetris tiene la virtud de la volatilidad y el magnetismo de lo visto y no visto.
—Han cantado bingo en la Fiscalía.
Y adiós Maricarmen, o Leire. Cuando el sabio señala el Big Bang, el necio –dijo Confucio– se queda mirando a la Luna.
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