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el retranqueo

La pesadilla de las cajas embaladas

Puigdemont maneja España en diferido. O a larga distancia. O a corta. Como un ventrílocuo a su muñeco. Sibilino. Destructivo

Manuel Marín

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Por un momento pareció que Pedro Sánchez vería frustradas por Carles Puigdemont las primeras votaciones cruciales de la legislatura. Y que la investidura fue un abrazo del oso, y la legislatura, un descalzaperros sin brújula ni orientación. Por un momento pareció que aquel profesional del ' ... no es no' que llegó a la secretaría general del PSOE articulando ese monosílabo sistemático como pintura de guerra iba a empezar a probar de su propia medicina. Pero lo cierto es que Puigdemont siempre juega de farol porque conoce como nadie la estructura de cada milímetro del ego de Sánchez. Y sabe que no soporta una derrota ni que su partido lo mire como lo miró en aquel octubre de 2016 embalando cajas en Ferraz, desahuciado. Que esto no va de política ni de gobernabilidad, sino de tocar siempre con la frialdad del extorsionador sin escrúpulos esa fibra exacta que inflama la soberbia de un presidente capaz de dejarse secuestrar con tal de no repetir aquella imagen, cuando su partido le dijo que cerrase la puerta por fuera.

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