el ángulo oscuro
Benditas pulseras inservibles
¿Cómo se explica con argumentos jurídicos racionales que una persona que ha cumplido su pena (y, por lo tanto, ha resarcido a la sociedad por el daño cometido) siga siendo objeto de vigilancia?
Otros artículos de Juan Manuel de Prada
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónConfesaré que el escandalete de las pulseritas electrónicas 'antimaltrato' que se han probado por completo inútiles me ha regocijando sobremanera. Es una gozada saber que las pulseritas eran en realidad cacharros inservibles, con constantes problemas de cobertura, cambios bruscos de localización, ubicaciones congeladas durante horas, ... descargas rápidas de batería o falsos avisos de batería baja que generaban falsas alertas o no alertaban cuando debían hacerlo. Mi vocación ludita disfruta con estos estropicios chuscos de la tecnología turulata, en la que las masas cretinizadas depositan grotescamente su confianza, pensando que es la purga de Benito. Pero, como nos enseñaba Válery, los modernos se conforman con poco; y por eso los demagogos les brindan placebos inanes con la bendición de la Zienzia y la Teknolojía que les transmitan una falsa impresión de seguridad (aunque la evidencia empírica demuestre que son tan seguros como un coche sin frenos).
En realidad, con este placebo de las pulseritas inservibles ocurre lo mismo que con el placebo de las terapias génicas experimentales que inocularon a tanto pobre incauto, cuando la plaga coronavírica: los demagogos satisfacen falsamente una demanda social de 'seguridad' y las consecuencias lesivas del placebo se pueden fácilmente ocultar, porque las víctimas son relativamente pocas, en comparación con el número de casos en los que el placebo ha resultado inocuo. Además, la falsa sensación de seguridad que las pulseritas o las terapias génicas experimentales brindan a las masas cretinizadas permite a los demagogos cerrar el grifo a otras medidas más afectivas (una administración de justicia mejor dotada, por ejemplo) y poder así esquilmar el erario público en sus francachelas.
Pero este banal escandalete de las pulseritas 'antimaltrato' inservibles no debe distraernos de la naturaleza criminal del artilugio en cuestión, que es una expresión de esa odiosa «justicia preventiva» que imaginó Philip K. Dick en su relato distópico 'El informe de la minoría' ('The Minority Report'), luego adaptado al cine por Steven Spielberg, donde la policía y los jueces actuaban sobre predicciones de crímenes futuros, exactamente como hacen estas pulseritas de marras, concebidas para prevenir violaciones de órdenes de alejamiento basándose en la 'presunción de riesgo'. No debemos olvidar, primeramente, que las pulseritas 'antimaltrato' no sólo se utilizan con condenados, sino también con investigados en espera de juicio; es decir, con personas que pueden ser víctimas de una denuncia falsa a quienes se impone una orden de alejamiento como medida cautelar. Pero imponer medidas de control telemático a personas que aún no han sido declaradas culpables es algo aberrante. Se está sancionando a una persona por un delito que «podría haber cometido» o «podría cometer» en el futuro. En un mundo civilizado, la restricción de movimientos de una persona, o la invasión de su intimidad (de tal modo que la policía pueda saber en todo momento dónde se halla o lo que está haciendo), sólo podrían restringirse por sentencia condenatoria firme, salvo en casos excepcionales donde las medidas cautelares sean absolutamente necesarias y proporcionadas. Y una pulserita que monitoriza constantemente la ubicación del investigado (que puede ser una persona por completo inocente, a quien se ha denunciado falsamente para extorsionarla) excede toda concepción de la proporcionalidad jurídica, si no hay pruebas sólidas de riesgo inminente o de peligrosidad.
En realidad, las pulseritas 'antimaltrato' no son otra cosa sino una 'pena anticipada' que estigmatiza a una persona antes de que se determine su culpabilidad. Así que, además de conculcar el principio 'in dubio pro reo' conculcan el principio 'nulla poena sine lege' y el derecho a un proceso justo, por imponer una medida que, en la práctica, funciona como una sanción penal sin juicio previo. Pero, aun en el supuesto de que la pulserita 'antimaltrato' se imponga a un hombre que ha delinquido, resulta por completo inadmisible. ¿No reza el bodrio constitucional que las penas deben orientarse a la reinserción social del delincuente? Por supuesto, ya sabíamos que todo lo que está escrito en ese bodrio es pura engañifa y superchería; pero no se nos ocurre medida más contraria a la reinserción de un condenado que ha cumplido su pena que la imposición de un sambenito semejante. ¿Cómo se explica con argumentos jurídicos racionales que una persona que ha cumplido su pena (y, por lo tanto, ha resarcido a la sociedad por el daño cometido) siga siendo objeto de vigilancia? ¿No nos hallamos, en realidad, ante una extensión indebida y arbitraria de pena? La pulserita de marras es un sambenito que convierte a quien la lleva en un apestado a quien se impide llevar una vida mínimamente noble, a quien se dificultan sus posibilidades laborales, a quien se prohíbe tener relaciones personales plenas, fomentando su conversión en un apestado o leproso a quien conviene mantener en el ostracismo. Y esta condena al ostracismo acaba aumentando el riesgo de reincidencia.
Las pulseritas de marras, en fin, son artilugios distópicos, propios de una época sórdida que, por negar la existencia del infierno en la vida de ultratumba, ha traído el infierno a nuestra vida terrenal. Una época abyecta que aplica una presunción de culpabilidad al varón, instaurando un nuevo determinismo peor aún que el calvinista, que convertía la pobreza en un signo de condenación; ahora basta con ser varón para estar predestinado al infierno. Y así las pulseritas de marras se convierten en expresión de la negación del albedrío humano. Es, pues, una expresión de justicia poética (y tal vez, incluso, de justicia divina) que hayan resultado inservibles; y por ello nos debemos regocijar sobremanera todas las personas de buena voluntad.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete