Un chaval de Murcia

Mi único temor es que se nos suba a la cabeza. Que imitando a las dictaduras que se vuelcan en sus atletas para tapar sus vergüenzas en otros campos, el político-social sobre todo, creamos que unas medallas, aunque sean de oro, nos pone en el grupo de cabeza de las naciones y sociedades, faltándonos aún bastante para alcanzarlo. No quiero reducir con ello la importancia del deporte, cuya divisa «mens sana in corpore sano» sigue vigente, sino por el esfuerzo, la disciplina y el premio que ofrece a quienes lo practican, incluso si no triunfan, según su otra máxima: «lo importante no es vencer, sino competir».

Los Nadal, Gassol, Ferrero y tantos otros triunfadores deportivos son modelos a imitar, ejemplos de ciudadanía y orgullo de todos. Independientemente de sus ideas políticas, muestran que en España hay personas que hacen las cosas bien, e incluso mejor que fuera. Lo que tampoco quiere decir que debamos aceptar sus ideas por el hecho de haber logrado una medalla, título o record, hasta el punto de verme obligado a decir que las ideas de esos atletas sobre asuntos tan complejos como la política y la economía descansan sobre bases la mayoría de las veces equivocadas o endebles. Han dedicado su vida y esfuerzos a triunfar en su especialidad, sin interesarse por el resto, pudiendo ser fácilmente manipulables, sobre todo por embaucadores que abundan en esos campo. Aparte de vivir con un nivel muy superior al del hombre de la calle; de ahí que sean presa favorita de todo tipo de chantajes.

Para resumir: lo que celebramos es el triunfo de ese chaval de Murcia que está demostrando que con esfuerzo, tenacidad, espíritu de sacrificio y no arredrarse ante las contrariedades puede llegarse a lo más alto. Pues el tenis no consiste en 'pelotazos', sino en darlos en el momento adecuado, en la dirección correcta y con la debida fuerza. Le deseamos que siga por ese camino, por su bien y por el de unos españoles que, últimamente, no tenemos muchas ocasiones de alegrarnos.